Introducción a «Flujos y territorios: formas de vida en la economía digital»
Landa (Pedro) Hernández Martínez
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Universidad Politécnica de Madrid, España (doctoranda)
pedro.hernandez.martinez@alumnos.upm.es
landahernandezmartinez@gmail.com
Internet, concebido como una red descentralizada de comunicación, ha crecido y evolucionado hasta conver-tirse en una vasta infraestructura global; un entramado compuesto por cables submarinos, antenas, satélites, fibra óptica, usuarios, teléfonos móviles, centros de datos y dispositivos móviles que interconectan el mundo más allá de las fronteras (Bratton, 2015) y de forma ininterrumpida una ingente cantidad de flujos de informa-ción. Esta infraestructura ha potenciado avances significativos desde las telecomunicaciones hasta el consumo, sentando las bases de nuestro actual modelo económico: el capitalismo de plataformas. Este se caracteriza por el dominio y hegemonía de plataformas digitales que actúan como intermediarias entre usuarios, consumido-res, proveedores, anunciantes e, incluso, objetos físicos (Srnicek, 2018).
La digitalización y la forma de organización e intercambio que promueven las plataformas, al dar forma a los procesos económicos, han introducido dinámicas que alteran directamente la forma en la que vivimos. En otras palabras: el desarrollo de internet ha tenido un profundo impacto en el entorno físico, laboral y social.
Un acto sencillo como el de hacer clic para realizar una compra en línea da lugar a una compleja cadena de procesos interconectados: un algoritmo procesa y analiza múltiples datos en tiempo real para optimizar precios, rutas y tiempos de entrega mientras humanos y robots atienden a las estrictas exigencias de un trabajo que no se detiene, sin pausa (Crary, 2017). Todo este ecosistema de consumo digital está sustentando, a su vez, en una red logística que se extiende por el territorio y que abarca desde gigantescos centros de datos hasta repartidores de «última milla», muchas veces trabajando en condiciones laborales muy precarias, que entregan en mano cualquier producto hasta nuestra puerta.
Entre tanto, las ciudades se transforman; cada día surgen en ellas nuevos espacios como centros de repar-to, «cocinas fantasma», casilleros o supermercados «sin público». Estas «nuevas» arquitecturas reconfiguran el uso y la percepción del espacio urbano, desplazando actividades tradicionales y generando nuevas demandas y necesidades de recursos o de movilidad. Y más allá: la digitalización que impulsa internet no solo ha recon-figurado el uso del territorio, también afecta a la relación entre las personas y los objetos que los rodean. Cada día, nos conectamos a decenas de interfaces tecnológicas (apps) que monetizan cada interacción y median en muchas de nuestras decisiones cotidianas: transportarse, comprar o trabajar.
En paralelo, y aunque este modelo ha traído innovaciones que facilitan el acceso a servicios de todo tipo, del teletrabajo hasta el ocio de streaming, también ha ampliado las desigualdades. Cuerpos y territorios se convierten en piezas de un engranaje diseñado para maximizar el flujo continuo de bienes y de servicios en una forma de explotación que depende tanto de la recopilación masiva de datos personales y la vigilancia intensiva de nuestras huellas digitales (Zuboff, 2019) como de la extracción de recursos tales como minerales raros. El capitalismo de plataformas funciona bajo una lógica extractivista que da antepone la aceleración, la eficiencia operativa, la obsolescencia programada, la precarización y el consumo a cualquier costo. Esto se traduce en un sacrificio evidente de la calidad de vida, la estabilidad laboral o la sostenibilidad del entorno urbano. El tiempo, las emociones y hasta los espacios privados, como las viviendas utilizadas para alquileres temporales, se han convertido en activos económicos y bienes comercializables.
La expansión de internet y de la digitalización plantea interrogantes urgentes sobre cómo regular un sistema sobre el que muchas veces no existe aún legislación. Es imprescindible equilibrar esa eficiencia tecnológica, que prioriza la rentabilidad sobre bienestar, con la equidad, garantizando derechos laborales y protegiendo la privacidad o el uso del espacio público. La reflexión sobre este modelo económico podría centrarse en cómo rediseñar sus dinámicas para dar mayor peso a lo común y lo colectivo, así como a la sos-tenibilidad, sin sacrificar las ventajas de la digitalización. La construcción de un futuro más justo dependerá de nuestra capacidad para transformar las lógicas actuales y recuperar la autonomía personal y la agencia social en un mundo cada vez más mediado por plataformas dominadas, en la gran mayoría de los casos, por empresas privadas.
Con todo ello presente, la sección Ágora de este número de kult-ur es una invitación a pensar el impacto de estas transformaciones. Y entender, primero, qué suponen para, después, poder comenzar a imaginar otras posibilidades para vivir y relacionarnos, entre nosotros, con la tecnología y con el medio, más allá de la explo-tación o de la rentabilidad.
En primer lugar, Pau Olmo nos invita a mirar a la propia fisicalidad de la nube que, más allá de ser un concepto inmaterial, se construye sobre lugares físicos concretos: los centros de datos, grandes espacios de almacenamiento de todos los datos que consumen enormes recursos energéticos y de agua. Estas instalaciones, lejos de ser abstractas, conforman urbanismos específicos y responden a lógicas de poder económico y geopo-lítico. Una vez entendido esto, el texto propone modelos alternativos, como centros de datos distribuidos en comunidades que permitan democratizar su uso y que abran el debate a nuevos modelos de gobernanza sobre los datos y la energía para imaginar, en común, futuros más equitativos y sostenibles.
Por su parte, Diego Morera y Rodrigo Delso exploran cómo los algoritmos reconfiguran la temporalidad y el espacio urbano mediante las lógicas de eficiencia y de aceleración ya apuntadas. Las plataformas digitales de reparto de comida a domicilio actúan como infraestructuras urbanas que utilizan datos y machine learning para optimizar procesos, desde la elección y cocción de alimentos hasta su entrega. Esto crea tensiones con las temporalidades humanas y urbanas tradicionales, transformando el espacio público y las relaciones sociales. Los «restaurantes virtuales» y las «cocinas fantasma» ilustran cómo esta lógica algorítmica antepone el tiem-po cronometrado por encima de las interacciones humanas, reduciendo los espacios públicos a meros nodos logísticos.
Azahara Cerezo, en cambio, anima a repensar nuestras relaciones con la tecnología, particularmente con los dispositivos tecnológicos, a los que entiende como «objetos ciegos». Estos, a diferencia de las «cajas ne-gras», que aluden a la invisibilidad de los procesos internos, remiten a estructuras más amplias que incluyen impactos ambientales, dinámicas coloniales y desigualdades sociales. Para acercarse a este concepto, y a la ceguera que estructuran la fabricación y distribución de algunos dispositivos utilizados en exposiciones artísti-cas, como unas gafas de realidad virtual, una televisión o unos altavoces, se basa en el proyecto artístico Rutas raras. El trazado de la tecnología, desarrollado por la propia autora junto con Marc Padró (Colectivo Estam-pa), tratando de desvelar los sistemas de poder y dependencia globales presentes en tecnologías cotidianas y reflexionar sobre sus implicaciones éticas, sociales y políticas.
Por último, Aissa Santiso ofrece alternativas a pensar formas de relación digital más allá del uso de pla-taformas o sistemas dependientes de grandes empresas tecnológicas. Para ello, explora diversas dinámicas colaborativas surgidas de comunidades NFT latinoamericanas, destacando cómo la tecnología blockchainha facilitado nuevas formas de cooperación y gobernanza. Herramientas como los royalties, los splits, las billeteras multifirmas o los DAOs han sido clave para implementar modelos horizontales y transparentes en la gestión de activos digitales, ofreciendo otras formas innovadoras de gobernanza, descentralizando deci-siones, promoviendo prácticas más inclusivas y sugiriendo modelos alternativos de interacción económica y social.
Estos textos se completan con el repaso a dos libros en la sección Biblo: Atlas de IA. Poder, política y costes planetarios de la inteligencia artificial, de Kate Crawford, y Una rápida compañera. Arquitectura y trabajo en la Cuarta Era de la Máquina, de Víctor Muñoz Sanz, que amplían los temas abordados y analizan, respectivamente, el impacto, tanto material como social, que la inteligencia artificial y la automatización tienen sobre los seres vivos y los lugares que habitamos.
En este número de kult-ur queremos reflexionar sobre el profundo impacto del capitalismo de plataformas y la digitalización en nuestra vida cotidiana, el territorio y las dinámicas sociales. A través de su enfoque, exploramos desde la fisicalidad de la nube hasta los desafíos éticos de las tecnologías cotidianas, pasando por la reconfiguración urbana y las alternativas de gobernanza descentralizada. Esta edición busca no solo compren-der el presente, sino imaginar un futuro más equitativo, sostenible y humano.
Acompáñanos en este recorrido para repensar nuestras relaciones con la tecnología, las personas y los entornos en los que vivimos.
Referencias
Crary, Jonathan. (2015, 24 de julio). El capitalismo tardío y el fin del sueño. Barcelona: Ariel.
Srnicek, Nick. (2018). Capitalismo de plataformas. Buenos Aires: Caja Negra Editora.
Bratton, Benjamin H. (2015). The Stack. Cambridge: Massachusetts Institute of Technology.
Zuboff, Shoshana. (2019). The Age Of Surveillance Capitalism. Londres: Profile.