recibido: 14.04.2021 / aceptado: 01.07.2021

Posverdad y destrucción del espacio público. Una lectura desde el pensamiento de Hannah Arendt

Post-truth and destruction of the public sphere. An Arendtian perspective

María Pérez Díaz
Universidad Francisco de Vitoria

Referencia de este artículo

Pérez Díaz, María (2021). Posverdad y destrucción del espacio público. Una lectura desde el pensamiento de Hannah Arendt. En: adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e Innovación en Comunicación, nº22. Castellón de la Plana: Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I, 45-64. DOI: http://dx.doi.org/10.6035/2174-0992.2021.22.4

Palabras clave

Posverdad; Hannah Arendt; política; mentira moderna; Filosofía contemporánea; Teoría de la comunicación.

Keywords

Post-truth; Hannah Arendt; Politics, modern lie; contemporary Philosophy; Communication theory.

Resumen

En 1967 y como respuesta a las críticas sobre sus reportajes del juicio en Jerusalén contra Adolf Eichmann, Hannah Arendt publicó en las páginas de The New Yorker un ensayo titulado «Verdad y Política». Cuatro años después, y tras la filtración de los papeles del Pentágono, firmó en The New York Review of Books un ensayo hermano titulado «La mentira en la política». El presente artículo toma como punto de partida dichos trabajos para discutir la actualidad del pensamiento arendtiano en relación con el actual fenómeno de la posverdad. A través de una metodología histórico-hermenéutica fundamentada en una amplia revisión documental tanto de fuentes primarias como secundarias, el objetivo del presente artículo será analizar y valorar el concepto de defactualization, acuñado por la pensadora alemana con motivo de la publicación de los papeles del Pentágono para hacer referencia al enmascaramiento de la realidad, como un proto-concepto con el que Hannah Arendt ya nombró el fenómeno que hoy conocemos como posverdad, incluso antes de que el propio término apareciera. Partiendo de esa base, se examinan tres características que se encuentran tanto en las reflexiones de la pensadora alemana durante el pasado siglo como en las investigaciones actuales en torno a la posverdad: la irrelevancia de la verdad factual, la pérdida de confianza de los ciudadanos en la política, y la destrucción de la esfera pública; una ruptura del necesario espacio público de debate político, de contraste de ideas y de generación de acuerdos y consensos como consecuencia de todo lo anterior.

Abstract

In 1967, in response to criticism of her reports on the trial of Adolf Eichmann in Jerusalem, Hannah Arendt published an article on «Truth and Politics» in The New Yorker. Four years later, and after the leak of the Pentagon Papers, Hannah Arendt published an essay in The New York Review of Books called «Lying in Politics». This study takes these two essays as a starting point to determine the presence and appropriateness of the Arendtian thinking in the analysis of the post-truth phenomenon. Assuming a historical-hermeneutic methodology that is based on the review of primary and secondary sources, we analyze the term «defactualization» as a proto-concept of post-truth, even before the term post-truth existed. Hannah Arendt coined the term «defactualization» in «Lying in Politics» in order to describe the remoteness from reality. Building on this basis, this article examines three characteristics that we find not only in the core of Arendt’s thought, but also in the discussions and reflections on the current and future state of post-truth: the irrelevance of factual truth, the loss of faith in institutions and governments, and the destruction of the public realm, in Arendtian terms, a sphere of truly human discussion and truly human consensus.

Autora

María Pérez Díaz [maria.pdiaz@ufv.es] es responsable de comunicación interna en la Universidad Francisco de Vitoria, en el Departamento de Comunicación y Relaciones Externas. Actualmente desarrolla su tesis doctoral en dicha universidad sobre el ejercicio del periodismo de Hannah Arendt, en el marco del proyecto de Antropología para la Formación Integral del programa de Doctorado en Humanidades. Es licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la UC3M (2014), Máster en Branded Content y Comunicación Transmedia por la UC3M (2015) y Máster en Humanidades por la UFV (2020).

1. Introducción

Ha pasado casi medio siglo desde que Hannah Arendt falleciera de un ataque al corazón en su apartamento de Riverside Drive, Nueva York. En el carro de su máquina de escribir dejó una página en blanco titulada Judging, seguida de dos citas: Catón y Goethe. El juicio era el tercer y último volumen de la que se convertiría en su obra póstuma, La vida del espíritu, publicada tres años después de su muerte, y en la que la pensadora de Königsberg tenía la intención de volver a su primer amor: la filosofía.

Desde entonces, el mundo ha cambiado de manera significativa. Algunos cambios pronosticados, como el avance y desarrollo de la tecnología; y otros que han irrumpido de manera imprevisible en la esfera pública, como la pandemia provocada por la COVID-19, el asalto al Capitolio en Washington, las dos últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos o el Brexit. Estos cambios han puesto sobre la mesa la existencia de un clima más propicio a la emoción que al hecho en la creación de la opinión pública, y que hoy analizamos bajo un paraguas denominado «posverdad» [post-truth], un concepto que ha acertado a responder al espíritu de nuestro tiempo (Rodríguez Ferrándiz, 2018), y que incluso fue elegido por el Diccionario de Oxford como palabra del año en 2016 para definir aquellas «circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes a la hora de conformar la opinión pública que las apelaciones a la emoción y las creencias personales» (OED, 2016).

El fenómeno de la posverdad ha puesto de manifiesto una serie de preguntas éticas, epistemológicas y metafísicas más propias de la filosofía que de la comunicación. En un contexto fuertemente marcado por la fragmentación del conocimiento y la abundancia de investigaciones de corte empírico, pero cada vez menos trabajos de reflexión crítica (Abellán-García Barrio, 2007), parece pertinente que la comunicación, en cuanto ciencia, vuelva sus ojos hacia el pensamiento filosófico para examinar qué tiene que decir la filosofía acerca de este fenómeno; propiciando así un diálogo fecundo y transdisciplinar entre ambas ciencias, que, abandonando la torre de marfil de la hiperespecialización, logre una verdadera síntesis de saberes (Lacalle Noriega, 2018).

No sabemos qué hubiera escrito Hannah Arendt sobre las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos, pero sí contamos con sus reflexiones en torno al auge de los gobiernos totalitarios del siglo XX, los papeles del Pentágono, el juicio contra el nazi Adolf Eichmann o el caso Watergate. La pensadora alemana, no obstante, no nos legó un sistema filosófico, ni tampoco estuvo entre sus objetivos hacerlo (Jonas, 1977; Benhabib, 2003). Por el contrario, su pensamiento, heterogéneo y profundamente asistemático, está atravesado por un principio cohesionador común: el retorno a los hechos, a la realidad, como base del pensar, el actuar y el juzgar; un principio troncal de la tradición fenomenológica iniciada por sus maestros Edmund Husserl, Martin Heidegger y Karl Jaspers, en la que la pensadora había comenzado su andadura filosófica en la Alemania de entreguerras. En esta línea, el presente artículo pretende aportar al análisis de la posverdad la perspectiva del pensamiento de Hannah Arendt, una autora cuyo legado constituye un verdadero ejercicio de comprensión del convulso siglo XX que le tocó vivir, y que ofrece claves útiles para entender hoy la nueva encrucijada ante la que nos sitúa el siglo XXI.

2. Objetivos y metodología

El objetivo principal del presente artículo es analizar el fenómeno de la posverdad desde la perspectiva del pensamiento de Hannah Arendt. La hipótesis de partida que guía este trabajo se fundamenta en el hecho de que el problema de la posverdad ya fue descrito, analizado y denunciado por la pensadora alemana mucho antes la aparición del concepto de posverdad a través del término defactualization, acuñado por Arendt con motivo de la publicación de los papeles del Pentágono.

Como objetivo secundario, esta investigación busca contribuir al diálogo transdisciplinar entre comunicación y filosofía: Hannah Arendt, filósofa de formación, ejerció el periodismo en determinadas ocasiones por compromiso con su tiempo, y respondió a los interrogantes consustanciales al ejercicio del mismo desde una mirada filosófica. En su vida y en su obra se produce, de manera natural, un diálogo entre ambas disciplinas. Por ello, consideramos que el análisis de la posverdad a través del pensamiento arendtiano permite contribuir a superar la fragmentación del conocimiento imperante en las ciencias actuales, y profundizar, desde una perspectiva holística, en el análisis de un fenómeno de tanta relevancia en las últimas décadas como es la posverdad.

La metodología de investigación empleada en el presente artículo tiene un enfoque histórico-hermenéutico, y se fundamenta en una amplia revisión documental tanto de fuentes primarias como secundarias: bibliografía de Hannah Arendt, prestado especial atención al contexto histórico y social en el que fueron escritos dichos textos; artículos periodísticos de Hannah Arendt publicados en The New Yorker y The New York Review of Books, consultados a través de las hemerotecas de dichas cabeceras; manuscritos personales de Hannah Arendt, cotejados en el archivo The Hannah Arendt Papers de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en Washington; referencias bibliográficas sobre posverdad y fake news; noticias de actualidad consultadas en The Guardian, The Nation, The New York Times, The Washington Post, Time y El País; y documentos audiovisuales.

3. Resultados de la investigación

3.1. «Defactualization», el término con el que Hannah Arendt anticipó la posverdad

Steve Tesich, guionista serbio estadounidense, fue la primera persona que utilizó la palabra post-truth. Lo hizo en enero de 1992 en el semanario The Nation, en un artículo titulado «The Watergate Syndrome. A Government of Lies». En él, marcaba el caso Watergate y la Guerra del Golfo como el inicio de «some post-truth world» (Tesich, 1992: 12), en el que las mentiras del Gobierno habían propiciado la pérdida de la confianza en el funcionamiento de la democracia estadounidense.

Como Tesich, son muchos los pensadores que ya anticiparon y dotaron de nombre a cierto contexto social en el que los hechos (logos) estaban siendo desplazados por las emociones (pathos), provocando una respuesta más emocional que racional a la hora de conformar la opinión pública (Blanco Alfonso, 2020). Norman Mailer acuñó la palabra factoid en su biografía sobre Marilyn Monroe para designar a los hechos creados con el objetivo de manipular emociones (Mailer, 2012 [1973]). George Orwell dejó escrito que en su estancia en España durante la Guerra Civil conoció por primera vez una suerte de «informaciones periodísticas que no tenían relación alguna con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente» (Orwell, 1982 [1968]: 153-154). Stephen Colbert acuñó en 2005 en su programa The Colbert Report el término truthiness para hacer referencia a una verdad que se siente como tal, aunque no sea necesariamente cierta (Zimmer, 2010).

También Hannah Arendt, en la década de los 70 y con motivo de la publicación de los papeles del Pentágono, describió un escenario de total y deliberada separación de los hechos al que denominó «defactualization»1 (Arendt, 1971). En su artículo «La mentira en la política», la alemana denunciaba la «atmósfera de Alicia en el País de las Maravillas» (Arendt, 2015 [1972]: 23) que envolvió las decisiones políticas en Estados Unidos durante dos décadas, y se preguntaba cómo las Administraciones Kennedy y Johnson fueron capaces de llegar a tal punto de engaño sobre la guerra de Vietnam, desde los asaltos del Golfo de Tonkin en 1964 hasta la campaña de bombardeos sobre Laos y Camboya entre 1969 y 1970:

¿Cómo pudieron, no solo iniciar estas políticas, sino llevarlas a cabo hasta llegar a su amargo y absurdo final? El apartamiento de los hechos y la técnica de la solución de problemas fueron recibidos porque el desprecio a la realidad era inherente a la política y a los objetivos mismos (Arendt, 2015: 38).

El término defactualization, acuñado en dicho ensayo de madurez publicado en la revista The New York Review of Books, vino a poner nombre a una de las cuestiones capitales de la obra de la pensadora alemana: la denuncia del alejamiento de los hechos y el desprecio a la realidad fáctica. En efecto, toda la obra de la pensadora alemana, rica, compleja y con diversas ramificaciones ­–aunque suele ser encasillada como teórica política, basta con adentrarse ínfimamente en su legado para descubrir la variedad temática que abordó– se escribe sobre la base de la aguda mirada de Arendt sobre los hechos de su siglo. Una mirada contemporánea que apela a la experiencia vivida, y que no antepone ninguna ideología, teoría o doctrina; método de investigación que comúnmente recibe el nombre de fenomenología (Serrano de Haro, 2019).

Si bien el término defactualization no lo acuñó hasta la década de los 70, encontramos referencias a la denuncia de este fenómeno desde la publicación de su primera obra en el exilio, Los orígenes del totalitarismo, en la que, al describir el auge de los gobiernos totalitarios, detalla que «antes de que los líderes de masas se apoderen del poder para hacer encajar la realidad en sus mentiras, su propaganda se halla caracterizada por su extremado desprecio por los hechos como tales» (Arendt, 2019 [1951]: 485). Años más tarde, en «Verdad y política», uno de sus más famosos ensayos, publicado en 1967 en las páginas de The New Yorker como respuesta a la controversia tras sus reportajes sobre el juicio contra Adolf Eichmann, la alemana volvía sobre esta cuestión para denunciar los «non-facts» (Arendt, 1967: 73), una técnica propia de «hombres de Estado respetables que, como De Gaulle y Adenauer, fueron capaces de construir sus políticas básicas en tan obvios “no-hechos” como el de que Francia fuera uno de los vencedores de la última guerra» (Arendt, 2018 [1968]: 386). Una cuestión, la de la política que se aparta de los hechos mismos para crear sus propias imágenes, que retomaría también en su análisis del caso Watergate en uno de sus últimos artículos en The New York Review of Books, publicado en 1975 pocos meses antes de fallecer, y del que Joseph R. Biden (entonces miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado) le solicitó una copia mediante una misiva que se conserva hoy en el archivo personal The Hannah Arendt Papers de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Berkowitz, 2020).

Aunque, como se ha expuesto, son muchos los autores que como Arendt anticiparon y dotaron de nombre a cierto contexto en el que los hechos dejaban de ser importantes, fue el término acuñado por Tesich el que encontró el desarrollo intelectual necesario, especialmente a partir de 2004, año en el que Ralph Keyes publicó The Post-Truth Era. Dishonesty and Deception in Contemporary Life, la primera obra dedicada por completo a abordar este fenómeno. La novedad de la posverdad, de acuerdo con Keyes, reside en que la mentira tradicional era radical: todo o nada. La mentira tradicional se presentaba acompañada de cierto sentimiento de duda, vergüenza y culpa. Sin embargo, la posverdad de las sociedades contemporáneas envuelve la verdad de tal manera que se da una gradualidad en la mentira, existe en una zona de claroscuros éticos en la que es difícil separar lo verdadero de lo falso (Keyes, 2004).

Sin embargo, ¿son nuevas las circunstancias en las que las creencias y la emoción tienen más peso que la realidad fáctica en la configuración de la opinión pública? Las diversas investigaciones en torno a este fenómeno se dividen entre quienes consideran que el desprecio a los hechos es tan antiguo como la misma pregunta por la existencia de la verdad (Floridi, 2016), y quienes ven en la posverdad el concepto de moda, en un contexto histórico y social en el que la democratización de la información, el acceso a internet, el uso de la tecnología y las redes sociales han dinamitado un mundo en el que pueden elegirse las verdades y falsedades como si de un buffet se tratara (D’Ancona, 2019).

Sin duda, la revolución digital de la que estamos siendo testigos en las últimas décadas no ha sido la primera revolución. Distintos cambios nucleares en los modos de comunicación, tanto humana como social ­–desde el habla hasta la imprenta, desde la radio a la televisión– han influido y modelado no solo la forma de comunicación interpersonal, sino los modos de configurar dicha opinión pública. En este sentido, autores como McQuail (2001) sostienen que las revoluciones en torno a la comunicación anteriores a la digital han sido, en buena medida, las causantes de la desaparición y aparición de distintas formas de esfera pública. En este sentido, Hannah Arendt, si bien señala el lugar privilegiado que históricamente ha ocupado la mentira en el campo de la política (Arendt, 2018), distingue, como Keyes, entre dos tipos de mentiras: la mentira tradicional y la moderna:

Ahora debemos volver nuestra atención al fenómeno relativamente reciente de la manipulación masiva de hechos y opiniones, como se hizo evidente en la tarea de volver a escribir la historia, en la elaboración de la imagen y en la política gubernamental concreta. La tradicional mentira política, tan prominente en la historia de la diplomacia y en el arte de gobernar, en general se refería a verdaderos secretos –datos que jamás se hacían públicos– o bien a intenciones, que de todos modos no tienen el mismo grado de fiabilidad que los hechos consumados. […] Por el contrario, las mentiras políticas modernas se ocupan con eficacia de cosas que de ninguna manera son secretas sino conocidas de casi todos. Esto es obvio en el caso de volver a escribir la historia contemporánea ante los ojos de quienes son testigos de ella, pero también es verdad cuando se pretende crear una imagen, caso en que, una vez más, todo hecho conocido y probado se puede negar o desdeñar si daña la imagen, porque a diferencia de un retrato antiguo, se supone que la imagen no mejora la realidad, sino que la sustituye de manera total (Arendt, 2018: 385).

La mentira moderna, marcada por la defactualization o enmascaramiento de la realidad, es para Hannah Arendt uno de los rasgos característicos del siglo XX. Dado que el propósito de este trabajo es comprobar la actualidad y vigencia de dichos planteamientos arendtianos en relación con el fenómeno al que hoy llamamos posverdad, se ahondará en los siguientes apartados en tres características que se encuentran tanto en las reflexiones de la pensadora alemana del pasado siglo como en las investigaciones actuales en torno a la posverdad: la irrelevancia de la verdad factual, la pérdida de confianza de los ciudadanos en la política, y la destrucción de la esfera pública como consecuencia de todo lo anterior.

3.2. La verdad de los hechos es irrelevante

Arron Banks fue uno de los empresarios británicos que más dinero donó para la campaña a favor de la salida del Reino Unido. En 2016, y tras el referéndum del Brexit, declaró a The Guardian: «Los hechos no funcionan. [...] Tienes que conectarte emocionalmente con la gente. Ese es el éxito de Trump» (Booth, Travis y Gentleman, 2016).

Atendiendo a la afirmación de Banks, es posible considerar que el fenómeno de la posverdad se rige por un estatuto pos-fáctico en el que la respuesta emocional prevalece sobre la verdad de los hechos, llegando incluso a subvertirla o anularla. En este régimen pos-fáctico los hechos son adulterados, revertidos, ampliados u olvidados sin que esto comporte consecuencias relevantes en la esfera pública. Quizá por ello sea pertinente reparar en el prefijo pos, que no se refiere tanto a la idea de que la verdad haya quedado atrás en un sentido temporal (como sucede en términos como posguerra), sino que indica que la verdad de los hechos ha sido eclipsada: resulta indiferente (McIntyre, 2018).

La identificación de la posverdad con este estatuto pos-fáctico remite a la distinción que Hannah Arendt realizó en la década de los 60 en su ensayo «Verdad y política» entre la verdad teórica y la verdad de los hechos o factual. La pensadora de Königsberg sostiene que la verdad racional corresponde a la verdad de la matemática y la ciencia empírica: uno no puede mentir afirmando que la suma de 2 + 2 es igual a 5. La verdad de razón es, según Arendt, invariable y producida por la mente humana. Frente a ella se encuentra la verdad de hecho o factual, un tipo de verdad que atañe a los hechos y los acontecimientos que suceden en el siempre cambiante campo de los asuntos humanos, y que constituye la esencia misma de la política (Arendt, 2018). De acuerdo con esta distinción, Arendt sostiene que la verdad factual es tan contingente como frágil: se refiere a hechos que siempre podrían haber ocurrido de otra manera, o incluso no haber ocurrido. Es precisamente el carácter contingente de los hechos lo que permite a aquel que quiere mentir disponer de «libertad para modelar sus “hechos” de tal modo que concuerden con el provecho y el placer, o aun las simples expectativas de su audiencia» (Arendt, 2018: 384); un aserto ciertamente cercano a la definición actual de posverdad recogida por el Diccionario de Oxford, y que mencionamos anteriormente.

Kellyanne Conway, consejera del expresidente Donald Trump, acuñó en 2017 una de las expresiones que mejor ilustran la era de la posverdad: alternative facts o hechos alternativos. Lo hizo en el programa de la NBC Meet the Press, cuestionada por la cifra de asistentes al acto inaugural del mandato de Trump por el periodista Chuck Todd, quien contestó que los hechos alternativos no son hechos sino falsedades (Sinderbrand, 2017). Adelantándose cinco décadas a Conway y los hechos alternativos de la era Trump, Arendt ya planteó que lo opuesto a la verdad de hecho no es el error o la ignorancia (como sí sucede en el caso de la verdad de razón) «sino la falsedad deliberada o mentira» (Arendt, 2018: 381). La defactualization o acción de despojar a la realidad de su facticidad, de los hechos que la constituyen, para distribuir falsedades de manera premeditada, tiene un componente teleológico: busca crear un espacio de opinión pública favorable a ciertas intencionalidades políticas, conociendo, de antemano, lo que ese público quiere oír. Por ello, Arendt apunta que:

Las mentiras resultan a veces mucho más plausibles, mucho más atractivas a la razón que la realidad, dado que el que miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia desea o espera oír. Ha preparado su relato para el consumo público con el cuidado de hacerlo verosímil, mientras que la realidad tiene la desconcertante costumbre de enfrentarnos con lo inesperado, con aquello para lo que no estamos preparados (Arendt, 2015: 14).

Esta profundización en la verdad de los hechos no es, en el caso del pensamiento arendtiano, un discurso meramente filosófico o especulativo. Aunque es innegable en ella su bagaje filosófico alemán, el foco de Arendt no está en las cuestiones ontológicas, epistemológicas o hermenéuticas que guían la discusión en torno a la verdad, sino en los propios desafíos que plantea la actualidad. «Verdad y política» fue publicado como respuesta a las críticas que recibió su serie de cinco reportajes sobre el juicio contra Adolf Eichmann en The New Yorker. A lo largo de la década de los 60, Hannah Arendt fue objeto de duras críticas tras describir en estos reportajes las irregularidades de la captura de Adolf Eichmann en Buenos Aires, del juicio celebrado en Jerusalén, la parcialidad de los juzgadores judíos y la colaboración entre los Judenrat y los dirigentes nazis para salvar a judíos prominentes a cambio de judíos pobres (Arendt, 2008 [1964]). En una entrevista concedida tras la publicación de Eichmann en Jerusalén, aseveró:

El libro realmente no contiene ninguna tesis. Es un reportaje que presta su voz a todos los hechos que fueron tratados en el juicio de Jerusalén. […] Por desgracia, la controversia sobre el libro gira mayoritariamente en torno a hechos y no en torno a tesis u opiniones. Hechos que han sido después amañados como si fueran teorías, para despojarlos de su carácter fáctico (Arendt, 2016 [2007]: 590).

El cobijo del victimismo puede resultar un lugar cómodo. Sin embargo, tiende a exonerar de cualquier compromiso con la comprensión de las verdaderas raíces del problema. Por ello, al publicar en prensa los hechos tratados durante el juicio en Jerusalén, Hannah Arendt experimentó lo que más tarde desarrollaría en «Verdad y política»: que la verdad factual es el objetivo mismo de la embestida feroz del poder político. Además, una vez perdida, cualquier intento por recuperarla resulta en vano (Arendt, 2018). Frente al poder político, económico o de otra índole, la pensadora alemana no dudó en publicar una serie de hechos puestos de manifiesto durante el juicio2 como compromiso ético, consigo misma, con sus lectores y con la historia. Y entendió además que las críticas recibidas tras la publicación de Eichmann en Jerusalén eran críticas hacia una verdad que muchos judíos no querían conocer, y mucho menos asumir: «La actitud hostil hacia mí es un acto de hostilidad contra alguien que dice la verdad en el plano de los hechos» (Arendt y McCarthy, 2018 [1995]: 191), manifestó en un intercambio epistolar con la novelista Mary McCarthy.

La respuesta a la controversia de Eichmann en Jerusalén –un debate nacido de una serie de reportajes periodísticos– fue «Verdad y política», un ensayo publicado en prensa, pero con claros tintes filosóficos, como hemos advertido en su análisis de la verdad de hecho y verdad de razón. Por ello, autores como Salvador Giner consideran que más que periodísticos, los artículos que Hannah Arendt publicó en prensa a lo largo de su vida deben ser considerados «metaperiodísticos» (Giner, 2007), puesto que desafían las convenciones del mero análisis académico e iluminan cuestiones, como es la del alejamiento de los hechos y su relación con la posverdad, todavía hoy sin responder.

3.3. Pérdida de la credibilidad de la política

En marzo de 2020, HBO estrenó Posverdad: la desinformación y el coste de las fake news (After Truth: Disinformation and the Cost of Fake News), un documental dirigido por Andrew Rossi que examina cómo se crean los bulos en el marco de la sociedad americana, las motivaciones políticas y la relevancia de la tecnología como arma para propagarlos. En la primera secuencia, el lobista Jack Burkman ofrece su opinión sobre las fake news3:

Yo utilizaría las noticias falsas como arma, están a tu alcance. Los alemanes usan armas químicas, los británicos también, ¿qué vas a hacer? Eso no significa que te gusten las armas químicas, sino que haces lo que tienes que hacer. He intentado lanzar algunas noticias falsas, ni me acuerdo, pero hemos intentado algunas cosas. Sí, tiene consecuencias negativas terribles, ¿pero y qué? Es lo que pienso: ¿y qué? (Rossi y Steler, 2020).

El primer plano del rostro de Burkman, alguien que trabaja en política en Washington, dota de imagen a una de las más poderosas razones del auge de la posverdad: la pérdida de la confianza por parte de los ciudadanos en la política. Mientras que investigadores del fenómeno de la posverdad señalan como paradigma de las consecuencias del desplome de la confianza en la política el surgimiento de algunos movimientos contemporáneos como el Movimiento 15-M en España u Occupy Wall Street en Estados Unidos (D’Ancona, 2019), en el análisis de la posverdad se hace necesario retroceder varias décadas más. Siguiendo a Arendt, retrocederemos a la década de los 70, al «foso de credibilidad» y a la «ciénaga de mendaces declaraciones de todo tipo, de engaños y de autoengaños» (Arendt, 2015: 11-12) en el seno de la democracia estadounidense que desencadenó la filtración y publicación de los papeles del Pentágono en 1971.

La decepción con la política es el punto central del ensayo «La mentira en la política»: Hannah Arendt, a quien la Alemania nazi le había retirado la nacionalidad a finales de la década de los treinta, fue apátrida hasta 1951, año en el que consiguió la nacionalidad estadounidense. Desde entonces, se sintió acogida en un país en el que no importaba la raza, la religión o la estirpe: la única condición era acogerse a una bandera y una constitución. Después de haber experimentado de primera mano el «colapso moral en el corazón de Europa» (Arendt, 2016: 590) y el desplome de las instituciones garantes de la libertad en su Alemania natal con la llegada al poder del nazismo, en Estados Unidos había encontrado una sociedad que le permitía participar de la esfera pública, entendida ésta como un espacio de libertad que constituye el fundamento mismo de la política; bien como profesora en diversas universidades, como firma habitual en prensa, o como teórica política. De hecho, un documento inédito y sin fechar depositado en The Hannah Arendt Papers titulado «The Role of the Lie in Politics», y que presumiblemente sirvió a la autora como borrador antes de publicar «La mentira en la política» en The New York Review of Books, conserva unas relevadoras anotaciones en los márgenes escritas a lápiz de su puño y letra: «How could they?», «What went wrong in America?» (Arendt, n.d.).

Guiada por esta pérdida de credibilidad en la política, en «La mentira en la política» Hannah Arendt pone de relieve dos tipos de mentiras que irrumpieron con fuerza en el siglo XX: «La mentira aparentemente inocua de los especialistas de relaciones públicas al servicio del Gobierno, que aprendieron su oficio en la inventiva publicitaria» (Arendt, 2015: 14) y la mentira de los «profesionales de la resolución de problemas, que han llegado al Gobierno partiendo de las universidades y de algunos think tanks, pertrechados con las teorías de juegos y los análisis de sistemas, preparados, en su propia opinión, para resolver todos los problemas de la política» (Arendt, 2015: 16). Los primeros, tratan de maquillar las acciones del Gobierno con el lenguaje publicitario de la creación de imagen. Los segundos, están inmersos en una maquinaria burocrática, en el cálculo y en el aportar soluciones novedosas, no siempre apegadas a la realidad de los hechos. Parece incluso más preocupante en la actualidad el avance de los primeros, esos que Arendt calificaba de profesionales de las relaciones públicas, hoy denominados consultores políticos, o expertos en marketing electoral, especialmente dados a la «fabricación» de discursos en los cuales la realidad se acomoda a las necesidades del político, tanto, que llega a deformarse en muchos casos, buscando el mejor framing (Lakoff, 2004) que permita a la población acceder a una realidad –convenientemente deformada o defactualizada en muchos casos– desde la perspectiva más interesada y rentable electoralmente para el candidato.

En el segundo tipo, quizá sea conveniente recordar los casos de especialistas de la demoscopia y los datos utilizados en recientes campañas, con el escándalo de Cambridge Analytica como caso paradigmático. Esta empresa de consultoría se sirvió de los datos de Facebook para identificar los gustos y las inclinaciones políticas de los estadounidenses y así poder influir en su comportamiento electoral a través de contenido segmentado en Facebook. Fue el propio exdirector de Cambridge Analytica, Christopher Wylie, quien reveló a los medios de comunicación que sus herramientas fueron contratadas por los responsables de la campaña de Donald Trump para las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 (Rosenberg y Dance, 2018). En este sentido, recuerda Arendt que «el objeto ideal de la dominación totalitaria no es el nazi convencido o el comunista convencido, sino las personas para quienes ya no existe la distinción entre el hecho y la ficción» (Arendt, 2019: 634). De nuevo, las reflexiones de Arendt se adelantan varias décadas a las reflexiones actuales en torno a la posverdad: autores como Fuller (2018: 32) señalan que el difuminado de la línea divisoria entre el hecho [fact] y la ficción [fiction] constituye una técnica para socavar la importancia de la verdad en nuestras sociedades. Con una sutil diferencia: mientras que tradicionalmente la ficción ha permitido comprender la realidad recurriendo a técnicas narrativas que expliquen lo que, de otra manera, sería imposible explicar, la posverdad diluye la realidad a través de la devaluación y desacreditación de los hechos acaecidos.

Afirma la pensadora alemana que lo que estos dos tipos de especialistas tienen en común con «los vulgares mentirosos» es su intención de «desembarazarse de los hechos […] gracias a la inherente contingencia de tales hechos» (Arendt, 2015: 18). En un mundo defactualizado, en el que la línea entre la realidad y la ficción ha sido difuminada –cuando no borrada por completo– por estos especialistas de la mentira política debido a la contingencia de la verdad factual (recordemos, hechos que siempre podrían haber ocurrido de otra manera, o incluso no haber ocurrido), el ciudadano pierde todo contacto con el mundo real. Las consecuencias, como veremos en el siguiente epígrafe, son altamente nocivas para la esfera pública.

3.4. Ruptura del espacio común

El 23 de junio de 2016, y tras 43 años en el seno de la Unión Europea, la población británica votó sí al Brexit en uno de los referéndums más relevantes de la historia reciente de Europa. Las búsquedas registradas en Google el 24 de junio, un día después de la votación, revelaron que muchos británicos no sabían con exactitud qué habían votado el día anterior: «¿Qué significa salir de la Unión Europea?» fue la pregunta más buscada en Google, seguida de «¿Qué es la Unión Europea?» y «¿Qué países forman la Unión Europea?» (Chan, 2016).

El Brexit puso de manifiesto, como apunta Tom Rosenstiel, que el objetivo de las fake news no es lograr que la población crea una mentira, sino hacer dudar de todas las noticias. Y la razón por la que las fake news han ganado terreno, desde aquellos especialistas de la mentira de los que hablaba Arendt en los 70 hasta nuestros días, es porque estos profesionales se han servido del avance de la tecnología y de la forma en la que funcionan las redes sociales, descifrando mediante ingeniería inversa los algoritmos de dichas redes, para colocar en este flujo sus fake news de manera eficaz (Rosenstiel, 2016). Análogamente, Arendt también se refirió a las consecuencias que derivan de la mentira sistemática apuntando lo siguiente:

El resultado de una constante y total sustitución de la verdad de hecho por las mentiras no es que las mentiras sean aceptadas en adelante como verdad, ni que la verdad se difame como una mentira, sino más bien que el sentido por el que nos orientamos en el mundo real queda destruido. Y para este problema no hay remedio (Arendt, 2018: 393).

Siguiendo a Arendt, la posverdad actual comporta no tanto la muerte de la verdad, sino la muerte de los espacios garantes de esa verdad. Vivimos en una sociedad tan diversa como fragmentada, en la que las instituciones que históricamente hacían posible la existencia de una esfera pública común con una verdad compartida –esto es, los gobiernos y los medios de comunicación social– se han debilitado, marcados por una agitación y una incertidumbre que autores como Bauman (2004) han descrito con el calificativo de «líquida».

Volvamos al ejemplo del Brexit: la duda corrosiva sembrada durante la campaña por los brexiters sobre el hecho de que la Unión Europea suponía para el Reino Unido un gasto de trescientos cincuenta millones de libras semanales no tenía tanto la intención de poner de manifiesto la aportación británica al presupuesto comunitario, sino de sembrar la duda sobre la Unión Europea como institución. A pesar de que las autoridades desmintieron ampliamente esta cifra (Henley, 2016), nada logró mitigar las consecuencias de esa mentira, porque, en palabras de la pensadora alemana, «la diferencia entre la mentira tradicional y la moderna a menudo equivale a la diferencia entre esconder y destruir» (Arendt, 2018: 386). ¿Qué es exactamente lo que se destruye? Para Hannah Arendt, la defactualization o mentira moderna comportan la destrucción de la esfera pública común; ese espacio de libertad compartido que constituye el fundamento mismo de la vida política, pues gracias a la existencia de dicha esfera podemos debatir acerca de aquello que nos concierne. Así lo apunta en La condición humana:

La realidad de la esfera pública radica en la simultánea presencia de innumerables perspectivas y aspectos en los que se presenta el mundo común y para el que no cabe inventar medida o denominador común. Pues, si bien el mundo común es el lugar de reunión de todos, quienes están presentes ocupan diferentes posiciones en él […]. Éste es el significado de la vida pública […]. Solo donde las cosas pueden verse por muchos en una variedad de aspectos y sin cambiar su identidad, de manera que quienes se agrupan a su alrededor sepan que ven lo mismo en total diversidad, solo allí aparece auténtica y verdaderamente la realidad (Arendt, 2005 [1958]: 66).

Para la pensadora alemana, esta esfera pública aparece delimitada por dos ejes: el discurso y la acción; esto es, la palabra y el acto. Cuando en el ejercicio de la política la palabra se utiliza para mentir, o los actos para ocultar realidades en lugar de construirlas, ésta se convierte en una mera instrumentalización del poder cuyo resultado es la violencia. Quizá encontremos el mejor ejemplo en nuestra historia más reciente: el asalto al Capitolio en enero de 2021. Manifestantes partidarios de Donald Trump irrumpieron en el Congreso de los Estados Unidos con el objetivo de detener la sesión que se estaba llevando a cabo para contar los votos y certificar la victoria de Biden en las elecciones presidenciales de 2020. Tanto los portavoces de Trump como él mismo habían argumentado el hecho alternativo del fraude electoral, algo que no se demostró en ninguna de las demandas judiciales que se presentaron. Sin embargo, parte de su electorado realmente creyó el discurso del fraude electoral, lo que constituyó el caldo de cultivo perfecto para alentar a un grupo de estadounidenses descontentos a marchar sobre el Capitolio con el propósito de subvertir, mediante la violencia, los resultados electorales. De nuevo, volvamos a las reflexiones de Arendt:

El poder solo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades (Arendt, 2005: 223).

Donde no existe la verdad, tan solo queda el discurso vacío e interesado. Pareciera que se hubiera dado un salto del nietzscheano «no hay hechos, solo interpretaciones» hacia la perversa idea de «no hay hechos ni interpretaciones, tan solo intereses». En el reciente caso de Estados Unidos hemos experimentado cómo termina ese proceso: con un asalto al Capitolio y cinco personas fallecidas. Hannah Arendt sabía que las consecuencias de un discurso que se aleja del suelo de los hechos y de una acción política que vacía de contenido la esfera pública, y con ella la riqueza de la pluralidad de identidades, son la violencia y la división. Lo experimentó observando el auge del nazismo en los años 30, durante la Segunda Guerra Mundial en los 40, y en la crisis de la democracia norteamericana derivada de la guerra de Vietnam y el caso Watergate.

En síntesis, la posverdad trata de destruir aquello que constituye una condición de posibilidad de acceso a la realidad: la esfera pública común como esfera de comunicación verdaderamente humana. Por ello, en tiempos de incierta posverdad (o, hablando en términos arendtianos, en tiempos de oscuridad) se hacen más pertinentes que nunca las reflexiones de Hannah Arendt. Reflexiones que invitan no solo a salvaguardar la verdad –la cual podrá ser ocultada o apaleada, pero nunca destruida por completo, puesto que para la pensadora alemana la verdad tiene fuerza propia: «hagan lo que hagan, los que ejercen el poder son incapaces de descubrir o inventar un sustituto adecuado para ella. La persuasión y la violencia pueden destruir la verdad, pero no pueden reemplazarla» (Arendt, 2018: 396)– sino a salvaguardar la esfera pública como espacio garante de esa verdad. Y en esa esfera nos va la vida. En ella nos jugamos lo que para la pensadora alemana constituía el fundamento mismo de la condición humana: el hecho de que el ser humano «habita junto con otros un mundo cuya realidad está garantizada para cada uno por la presencia de todos» (Arendt, 2005: 263).

4. Conclusiones

Las principales conclusiones derivadas del análisis del fenómeno de la posverdad a través del pensamiento de Hannah Arendt confirman la hipótesis de partida: el desarrollo de la presente investigación ha permitido revisar el origen del término posverdad (pos-truth) para comprobar que, antes de que fuera acuñado por Steve Tesich con motivo del caso Watergate y la Guerra del Golfo, son muchos los autores que describieron y dotaron de nombre a cierto contexto en el que los hechos dejaban de ser importantes en favor de las emociones. Entre estos autores se encuentra Hannah Arendt, pensadora alemana que en 1972 acuñó el término defactualization con motivo de la publicación de los papeles del Pentágono en uno de sus ensayos periodístico-filosóficos: «La mentira en la política».

Respondiendo al objetivo específico de este trabajo, se han identificado tres características presentes tanto en las reflexiones de Arendt de la segunda mitad del siglo XX en torno a la mentira moderna y la defactualization, como en el actual fenómeno de la posverdad: la irrelevancia de la verdad factual, la pérdida de confianza de los ciudadanos en la política, y la destrucción de la esfera pública como consecuencia de todo lo anterior. Extractaremos a modo de conclusión las principales líneas de estas tres características: en primer lugar, se ha examinado la división que Arendt realizó entre la verdad de hecho o factual y la verdad de razón. Se ha comprobado cómo el estatuto pos-fáctico inherente a la posverdad coincide con la noción de verdad de hecho a la que apuntaba Arendt en sus reflexiones en la segunda mitad del siglo XX. Siguiendo los planteamientos arendtianos, la verdad de hecho es contingente (atañe a los hechos que podrían haber ocurrido de otra manera, o incluso no haber ocurrido) y frágil (se mueve en el cambiante mundo de los asuntos humanos). En segundo lugar, se ha contrastado la pérdida de confianza en la política que llevó a Arendt a acuñar el término defactualization con la situación política actual. Se han explorado los dos tipos de «mentirosos políticos» que, según Arendt, se aprovechan de la contingencia y la fragilidad de la verdad de hecho: los especialistas de las relaciones públicas y los profesionales de la resolución de problemas. Finalmente, se ha examinado cómo dicho desprecio a la verdad de hecho y dicha pérdida de confianza en la política se traducen en una ruptura de la esfera común; una cuestión que hemos constatado en el reciente asalto al Capitolio de los Estados Unidos en enero de 2021, como paradigma de la violencia consecuencia de la ruptura de dicha esfera.

Como objetivo secundario, esta investigación se proponía contribuir al diálogo transdisciplinar entre comunicación y filosofía: Hannah Arendt, filósofa de formación, ejerció el periodismo en determinadas ocasiones por compromiso con su tiempo, y respondió a los interrogantes consustanciales al ejercicio del mismo desde una mirada filosófica. En este sentido, el análisis de la posverdad a través de algunos ensayos periodístico-filosóficos de Hannah Arendt tales como «La mentira en la política», «Verdad y política» o incluso «Eichmann en Jerusalén» permite incorporar a dicho análisis conceptos y nociones propiamente filosóficas presentes en el pensamiento arendtiano –defactualization, verdad de hecho, contingencia, condición humana–, que enriquecen y abren nuevas perspectivas en torno a este fenómeno.

Sobre las futuras líneas de investigación que se abren tras este trabajo, se propone ampliar el análisis de la génesis del concepto posverdad partiendo de los estudios ya descritos en este trabajo de Tesich (1992), Mailer (2012), Orwell (1982) y Arendt (1971), para, desde esa base, investigar a otros autores que a lo largo del siglo XX también describieran y dotaran de nombre a fenómenos cercanos a lo que hoy conocemos como posverdad.

Referencias

Abellán-García Barrio, Álvaro (2007). El pensamiento relacional como fundamento para una nueva teoría de la comunicación. En: Comunicación y Hombre, nº3. Madrid: Universidad Francisco de Vitoria, 23-35.

Arendt, Hannah (1967). Truth and Politics. En: The New Yorker, 25 de febrero. Consultado el 14 de marzo de 2021 en https://www.newyorker.com/magazine/1967/02/25/truth-and-politics

Arendt, Hannah (1971). Lying in Politics: Reflections on The Pentagon Papers. En: The New York Review of Books, 18 de noviembre. Consultado el 14 de enero de 2021 en https://www.nybooks.com/articles/1971/11/18/lying-in-politics-reflections-on-the-pentagon-pape/

Arendt, Hannah (2005) [1958]. La condición humana. Barcelona: Paidós.

Arendt, Hannah (2008) [1964]. Eichmann en Jerusalén. Barcelona: Lumen.

Arendt, Hannah (2015) [1972]. Crisis de la República. Madrid: Trotta.

Arendt, Hannah (2016) [2007]. Escritos judíos. Barcelona: Paidós.

Arendt, Hannah (2018) [1968]. Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Barcelona: Austral.

Arendt, Hannah (2019) [1951]. Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Alianza Editorial.

Arendt, Hannah (n.d.). The Role of the Lie in Politics. En: The Hannah Arendt Papers at the Library of Congress. Consultado el 19 de julio de 2021 en https://www.loc.gov/item/mss1105601304/

Arendt, Hannah y McCarthy, Mary (2018) [1995]. Entre amigas. Correspondencia entre Hannah Arendt y Mary McCarthy 1949-1975. Barcelona: Lumen.

Bauman, Zygmunt (2002). Modernidad Líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Benhabib, Seyla (2003). The Reluctant Modernism of Hannah Arendt. Oxford: Rowman & Littlefield Publishers.

Berkowitz, Roger (2020). When Joe Biden Wrote to Hannah Arendt. En: The Hannah Arendt Center for Politics and Humanities at Bard College, 16 de agosto. Consultado el 12 de enero de 2021 en https://hac.bard.edu/amor-mundi/when-joe-biden-wrote-hannah-arendt-2020-08-06

Bernstein, Richard (2008). La responsabilidad, el juicio y el mal. En: VV.AA. Hannah Arendt. El legado de una mirada. Madrid: Sequitur.

Blanco Alfonso, Ignacio (2020). Posverdad, percepción de la realidad y opinión pública. Una aproximación desde la fenomenología. En: Revista de Estudios Políticos, nº187. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 167-186. DOI: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.187.06

Booth, Robert; Travis, Alan y Gentleman, Amelia (2016). Leave donor plans new party to replace Ukip – possibly without Farage in charge. En: The Guardian, 29 de junio. Consultado el 23 de marzo de 2021 https://www.theguardian.com/politics/2016/jun/29/leave-donor-plans-new-party-to-replace-ukip-without-farage

Chan, Rosalie (2016). The U.K. Is Googling What the E.U. Is Hours After It Voted to Leave. En: Time, 24 de junio. Consultado el 13 de enero de 2021 en https://time.com/4381612/uk-brexit-google-what-is-the-eu/

D’Ancona, Matthew (2019). Posverdad. La nueva guerra contra la verdad y cómo combatirla. Madrid: Alianza Editorial.

Floridi, Luciano (2016). Fake news and a 400-year-old problem: We need to resolve the ‘post-truth’ crisis. En: The Guardian, 29 de noviembre. Consultado el 1 de marzo de 2021 en https://www.theguardian.com/technology/2016/nov/29/fake-news-echo-chamber-ethics-infosphere-internet-digital

Fuller, Steve (2018). Post-Truth. Knowledge as a Power Game. Londres: Anthem Press.

Giner, Salvador (2007). Periodismo filosófico. En: El País, 1 de septiembre. Consultado el 28 de marzo de 2021 en https://elpais.com/diario/2007/09/01/babelia/1188602232_850215.html

Henley, Jon (2016). Why Vote Leave’s £350m weekly EU cost claim is wrong. En: The Guardian, 10 de junio. Consultado el 16 de enero de 2021 en https://www.theguardian.com/politics/reality-check/2016/may/23/does-the-eu-really-cost-the-uk-350m-a-week

Jonas, Hans (1977). Acting, Knowing, Thinking: Gleanings from Hannah Arendt’s Philosophical Work. En: Social Research, vol.44, nº1. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 25-43.

Keyes, Ralph (2004). The post-truth era: Dishonesty and deception in contemporary life. Nueva York: St. Martin’s Press.

Lacalle Noriega, María (2018). En busca de la unidad del saber. Una propuesta para renovar las disciplinas universitarias. Madrid: Editorial UFV.

Lakoff, George (2004). Don’t think of an Elephant. Vermont: Chelsea Green Publishing.

Mailer, Norman (2012) [1973]. Marilyn: A Biography. Londres: Virgin Books.

McIntyre, Lee (2018). Posverdad. Madrid: Ediciones Cátedra.

McQuail, Denis (2001). Introducción a la teoría de la comunicación de masas. Barcelona: Paidós.

Orwell, George (1982) [1968]. Mi guerra civil española. Barcelona: Ediciones Destino.

Oxford English Dictionary (2016). Word of the Year 2016. En: Oxford English Dictionary. Consultado el 12 de marzo de 2021 en https://languages.oup.com/word-of-the-year/2016/

Rodríguez Ferrándiz, Raúl (2018). Máscaras de la mentira. El nuevo desorden de la posverdad. Valencia: Pre-textos.

Rosenberg, Matthew y Dance, Gabriel (2018). Así funcionaba la recolección de datos de Cambridge Analytica. En: The New York Times, 10 de abril. Consultado el 11 de enero de 2021 en https://www.nytimes.com/es/2018/04/10/espanol/facebook-cambridge-analytica.html

Rosenstiel, Tom (2016). What the post-Trump debate over journalism gets wrong. En: Brookings, 20 de diciembre. Consultado el 12 de enero de 2021 en https://www.brookings.edu/research/what-the-debate-over-journalism-post-trump-gets-wrong/

Serrano de Haro, Agustín (2019). Qué sabes de Hannah Arendt. Barcelona: RBA.

Sinderbrand, Rebecca (2017). How Kellyanne Conway ushered in the era of ‘alternative facts’. En: The Washington Post, 22 de enero. Consultado el 2 de febrero de 2021 en https://www.washingtonpost.com/news/the-fix/wp/2017/01/22/how-kellyanne-conway-ushered-in-the-era-of-alternative-facts/

Stangneth, Bettina (2014). Eichmann Before Jerusalem: The Unexamined Life of a Mass Murderer. Nueva York: Knopf Doubleday Publishing Group.

Tesich, Steve (1992). The Watergate Syndrome. A Government of Lies. En: The Nation, 13 de junio, 12.

Zimmer, Ben (2010). Truthiness. En: The New York Times, 13 de octubre. Consultado el 12 de enero de 2021 en https://www.nytimes.com/2010/10/17/magazine/17FOB-onlanguage-t.html


1 Si bien la traducción al castellano del término defactualization ha sido «enmascaramiento de la realidad» (Arendt, 2015: 23) el concepto originario acuñado por la propia autora encierra en sí mismo muchos y más hondos matices que la traducción, por lo que en adelante se empleará el término en inglés.

2 Casi seis décadas después de la publicación de Eichmann en Jerusalén, son muchos los autores que han matizado, cuestionado o refutado algunos de los datos y las reflexiones ofrecidos por Arendt en sus reportajes. La más reciente, Eichmann before Jerusalem: the unexamined life of a mass murderer (Stangneth, 2014). La propia Arendt, en la segunda edición de su libro, publicada en 1964, incluyó una advertencia preliminar informando a sus lectores de que aquella era una edición corregida y aumentada. En la actualidad disponemos de mucha más información en torno a la vida de Adolf Eichmann y muchos más datos sobre el Holocausto, lo que nos ha permitido advertir algunas de las equivocaciones de Arendt. Sin embargo, y a pesar sus errores, sus reportajes no han sido superados. El motivo, siguiendo a Richard J. Bernstein (2008) radica en que lo nuclear de Eichmann en Jerusalén es su capacidad de seguir suscitando reflexiones en torno a preguntas para las que todavía no hemos encontrado la solución definitiva.

3 Si bien posverdad y fake news son fenómenos limítrofes –y de ahí su frecuente confusión–, y ambos aluden a desórdenes informativos, su naturaleza es distinta. Una noticia puede ser falsa porque falte a la verdad involuntariamente o de forma deliberada; es precisamente en las arenas siempre movedizas de la falsedad premeditada donde se sitúan las fake news. Blanco Alfonso ofrece la siguiente definición de fake news: «Una noticia falsa o fake news es un mensaje con apariencia de noticia periodística que, sin embargo, ni se procesa ni se distribuye por los cauces convencionales del periodismo. Se trata de una realidad contable y segregable, al contrario que la posverdad o post-truth, concepto que apela a una realidad intangible al denotar un contexto o clima social en el que las emociones tienen más fuerza que los hechos demostrados en la configuración de la opinión pública». (Blanco Alfonso, 2020: 170)