recibido: 20.02.2018 / aceptado: 20.06.2018

Resistencias mediáticas e imágenes de la gubernamentalidad: activismo y comunicación política en Manizales (Colombia)

Media resistance and images of governmentality: activism and political communication in Manizales (Colombia)

Milton Andrés Salazar Rendón
Universidad de Caldas

Referencia de este artículo

Salazar Rendón, Milton Andrés (2018). Resistencias mediáticas e imágenes de la gubernamentalidad: activismo y comunicación política en Manizales (Colombia). En: adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e Innovación en Comunicación, nº16. Castellón: Asociación para el Desarrollo de la Comunicación adComunica y Universitat Jaume I, 93-110. DOI: http://dx.doi.org/10.6035/2174-0992.2018.16.6

Palabras clave

Prácticas colectivas de resistencia; dispositivo mediático de gubernamentalidad; colectivos sociales; autocomunicación de masas.

Keywords

Collective Resistance Practices; Media Deployment of Governmentality; Social Collectives; Mass Self-communication.

Resumen

El artículo es producto de una investigación sobre las prácticas de resistencia mediática de los colectivos sociales de la ciudad Manizales (Colombia)1. Se caracterizaron 27 colectivos, se realizaron entrevistas abiertas semiestructuradas y etnografías virtuales; utilizando conceptos inspirados en los estudios culturales, la reflexión se centró tanto en las prácticas de resistencia (subjetivación) como en la economía política de la verdad, que producen los medios de comunicación (sujeción). Concluyendo: que en el marco del Sistema/Mundo/Moderno/Colonial donde los medios masivos tienen gran importancia debido a las formas en que estos construyen la realidad: la memoria social, las formas del presente y el horizonte de lo posible; las luchas semióticas de los movimientos y colectivos sociales buscan transformar las relaciones de poder que constituyen la geopolítica de las imágenes, a partir de nuevos repertorios de resistencia mediática.

Abstract

The article is product of a research about practices of media resistance of social collectives of the city of Manizales (Colombia). Twenty-seven collectives were characterized, semi-structured open interviews were conducted and virtual ethnographies, using concepts inspired in cultural studies. The reflection focused both on resistance practices (subjectivation) and in the political economy of truth, which is produced by mass media (subjection). Concluding: in the frame of Modern/Colonial World-System, were the mass media are of great importance because of the ways in which they construct reality: social memory, the forms of the present and the horizon of the possible; the semiotic struggles of social movements and collectives seek to transform the power relations that constitute the geopolitic of the images, from new repertoires of media resistance.

Autor

Milton Andrés Salazar Rendón es Profesor Universidad de Caldas (Colombia). Colectivo de investigación Pluriversos, Cultura y Poder. Antropólogo, Magíster en Estudios Culturales.

1. Introducción

Gilles Deleuze en: Postdata sobre las sociedades de control (1991) problematizó la noción Foucaultiana de «Sociedad de seguridad». A diferencia de las sociedades disciplinarias donde los dispositivos de poder son más tendientes a la vigilancia, corrección y producción de «almas dóciles», las sociedades de control o de seguridad se caracterizan porque los mecanismos de poder son sutiles y «democráticos».

Mientras el poder disciplinario funciona a través de instituciones de encierro como la cárcel, el manicomio, la escuela y la fábrica, que más que albergar cuerpos, los producen; el poder de control circula a través de sistemas de comunicación y bienestar, redes de información que incitan a los sujetos a producirse de determinadas maneras. El paisaje mediático contemporáneo, la vídeosfera, las imágenes mundo/moderno/coloniales son los escenarios exclusivos del poder de control que no obliga sino que seduce. En este sentido, la pantalla global es uno de los lugares de lucha por la hegemonía, desde allí se construyen los más poderosos discursos sobre la raza, el género, la sexualidad, la espiritualidad, el capital, la estética, la naturaleza, la memoria, la democracia, etc. Sin embargo, el carácter desterritorializado de las redes digitales de comunicación, impide detectar –a diferencia de problemáticas relacionadas con la pobreza, la violencia física, la explotación de recursos naturales– su relación directa con injusticias sociales, inequidades, exclusiones y sujeciones.

El colectivo de investigación Pluriversos, Cultura y Poder al que pertenezco, lleva algunos años consolidando un Observatorio y co-laboratorio de acción colectiva (OBAC) y desarrollando el proyecto denominado Cartografías de las resistencias que busca caracterizar un conjunto de luchas políticas en la región del Eje Cafetero en Colombia, en especial la ciudad de Manizales. Una de las investigaciones realizadas por el grupo de investigación se centró en comprender los repertorios mediáticos de los colectivos sociales de la ciudad de Manizales; teniendo en cuenta que una de las luchas políticas más relevante en la actualidad es la que presentan los movimientos sociales en el marco de las redes de comunicación global.

Es así, que en virtud de lo explicado, para la investigación en la que se basa este artículo, cobraron importancia las siguientes preguntas orientadoras: ¿Cuáles son los colectivos que agencian prácticas de resistencia mediática en Manizales (Caldas-Colombia) y qué identidades políticas configuran? ¿Qué significados impugnan dichos colectivos a través de sus prácticas de resistencia mediática? ¿En qué consisten dichas prácticas?

Este artículo tiene como objetivo entonces, dar cuenta tanto de los repertorios mediáticos de los colectivos sociales, como de algunas dinámicas de las redes de comunicación masiva y su lógica gubernamentalizada y colonial.

2. El dispositivo mediático de gubernamentalidad

Los procesos culturales son los que constituyen el sentido del mundo, lo que pensamos del amor, la naturaleza, los senos voluptuosos, las barbas gigantes, la democracia, la pornografía, el mercado, dios, las mujeres con pene, el terrorismo, el sol, el guiño de un ojo, los musulmanes, las bicicletas, etc. Es producto de un largo proceso de construcción de sentido, que articula cadenas de significantes y significados, que se objetivan en nuestros habitus. Los procesos culturales son luchas históricas por significados que producen regímenes de verdad (discursos que funcionan como verdaderos, performativos, que configuran visiones del mundo) que son interiorizados (implantados) en los sujetos a modo de esquemas mentales y corporales a través de dispositivos, tecnologías e instituciones. A su vez, dichos regímenes pueden ser confrontados, negociados, resemantizados o rechazados por los sujetos, agenciándose nuevos significados que entran en nuevo proceso histórico de lucha. En el mundo contemporáneo los medios masivos de comunicación juegan un papel importante en la estructuración y construcción de significados dominantes, tanto Gramsci, la escuela de Frankfurt, los estudios culturales, los estudios de la recepción, la economía política de la comunicación y otros campos de estudios han explicado desde el siglo pasado la capacidad de los medios para imponernos visiones del mundo.

Partimos de la idea de que existe una geopolítica mediática, las imágenes a lo largo y ancho del sistema/mundo/moderno/colonial no circulan inocentemente y de manera inconexa; tanto canales y programas de televisión, productoras de cine, medios escritos, agencias de publicidad, multinacionales de comunicación, diseñadores de software, propietarios, creativos, guionistas, directores, periodistas, ministerios de comunicación, juntas directivas de empresas de comunicación (cuyos miembros pueden ser reconocidos banqueros, empresarios o políticos) plataformas virtuales que articulan televisión, radio, prensa; todo este ensamblaje productor, financiador, movilizador y mercaderista de imágenes opera como una red de poder global que denominamos «dispositivo mediático de gubernamentalidad» (Salazar, 2017).

En este sentido, entendemos como «dispositivo mediático de gubernamentalidad» a aquella red de poder global que conduce las conductas de los sujetos a través de los medios masivos de comunicación. Con dispositivo nos referimos a una red que conecta epistemes, discursos, tecnologías, racionalidades y prácticas que pueden conducir, disciplinar, gestionar o controlar acciones. Michel Foucault, a quien seguimos en varias de las reflexiones de este artículo, lo definirá como:

«[...] un conjunto decididamente heterogéneo que comprende discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas [...] El dispositivo es la red que puede establecerse entre todo estos elementos» (Foucault, 1991: 128)

Es de gubernamentalidad, en tanto este dispositivo busca conducir o gobernar conductas a través de los medios de comunicación. A partir de La historia de la sexualidad. La Voluntad del saber (1976); sus seminarios: Defender la sociedad (1976), Seguridad, territorio, población (1977-1978), Nacimiento de la biopolítica (1978-1979); y en algunas entrevistas ofrecidas entre 1976 y 1984, se deja entrever el giro analítico Foucaultiano hacia la compresión de la gubernamentalidad. En su seminario El gobierno de la vida expresará una definición sencilla y descriptiva del concepto, a la que adherimos en este escrito, en la que la gubernamentalidad «es entendida en el sentido amplio de técnicas y procedimientos para dirigir el comportamiento humano. Gobierno de los niños, gobierno de las almas y de las conciencias, gobierno del hogar, del estado o de sí mismo» (Foucault, 1997: 81).

Tenemos entonces que lo que llamamos poder se refiere a las relaciones en la que se intenta dirigir la conducta de los demás; esta «conducción» se realiza a través de unas tecnologías de gobierno (de gubernamentalidad) como son las tecnologías anatomopolíticas, biopolíticas y noopolíticas. Las dos primeras analizadas por Foucault y la última por Mauricio Lazzarato (2006).

Existen entonces, un gobierno del cuerpo a través de las anatomopolíticas (escuelas, hospitales, cárceles y fábricas), un gobierno de la población a través de las biopolíticas (gestión de la vida, estados de bienestar, políticas migratorias, demográficas, de salud, de ordenamiento territorial, etc.) y, un gobierno del deseo y la memoria a través de las noopolíticas (construcción de opinión pública, imaginarios, percepciones, miedos, odios, empatías).

Las tecnologías noopolíticas llamadas así por Mauricio Lazzarato (2006) y que no son analizadas en profundidad por Foucault, se centrarán en los deseos de los sujetos, operando a través de la modulación y captura de la memoria y los afectos. Van a tener su origen en el siglo XVIII con el nacimiento de la población-público gracias al teatro, al desarrollo de la prensa escrita y la publicidad:

«La población, entonces, es por un extremo la especie humana y, por otro, lo que llamamos público. La palabra no es nueva, pero el uso sí lo es. El público, noción capital en el siglo XVIII, es la población considerada desde el punto de vista de sus opiniones, sus maneras de hacer, sus comportamientos, sus hábitos, sus temores, sus prejuicios, sus exigencias: el conjunto susceptible de sufrir la influencia de la educación, las campanas, las convicciones» (Foucault, 2006: 102)

Para Lazzarato, quienes encarnan por excelencia el poder noopolítico son los medios masivos de comunicación. Cada vez que encendemos el televisor, la radio o el ordenador somos sometidos a una constante incitación a adoptar determinados estilos de vida, maneras de consumir, recordar, trabajar, ejercer la sexualidad, comportarnos política y económicamente. Esta producción del deseo es estimulada por el dispositivo mediático de gubernamentalidad global; a través de los diferentes flujos comunicacionales: imágenes, sonidos, datos que circulan por redes, espectros, ondas, bits y fibras ópticas, que penetran directamente la memoria y el sensorium de los sujetos.

Estos significados, no circulan de manera arbitraria, sino que están sometidos a determinadas reglas, a cierto tipo de funcionamiento que puede ser constatado por su lógica histórica, o como Foucault lo llamará su racionalidad. Imágenes, sonidos, datos, hipertextos, deben ser analizados a la luz de las relaciones que instauran; es decir, de los ensamblajes que aunque heterogéneos operan conforme a unas reglas; dicha urdimbre que configura al dispositivo mediático está dotada de unas racionalidades, que son capitalistas y coloniales.

El capitalismo más que un modo de producción económica, es un modo de producción de mundos, que opera a través de la modulación de la existencia. El capitalismo hoy, antes de llegar con sus fábricas o sus sistemas financieros, llega con las imágenes que se inyectan en la subjetividad deseante a través del dispositivo mediático. Por su parte la colonialidad (Castro, 2007) alude a un fenómeno de larga duración, que genera la naturalización de unas jerarquías epistémicas, raciales, estéticas, económicas, espirituales, sexuales, etc., siendo un megaproyecto cultural que opera hoy en día significantemente a través del dispositivo mediático de gubernamentalidad. Sin duda, el discurso civilizatorio occidental, más contundente y que mejor articula las lógicas capitalistas y coloniales, es el discurso del desarrollo, que desde la posguerra ha «inventado» (Escobar, 2010) política, económica y culturalmente al tercer mundo. Uno de los dispositivos de poder, que ha contribuido en esta invención, ha sido el mediático, fabricando imaginarios de desarrollo que no sólo se circunscriben a factores económicos, sino que enuncia determinadas corporalidades, estéticas, maneras de habitar, que son incitadas por los mecanismos de poder mencionados; de ahí que podamos hablar de una «colonialidad mediática», entendida como el conjunto de imágenes, sonidos, hipertextos, datos que circulan por los medios de comunicación y que estimulan la inferiorización de la diferencia. Las inferiorizaciones no sólo generan exclusiones, injusticias, sujeciones o desigualdades, sino que provocan en quien es objeto de la inferiorización su propio desprecio y el deseo de emular a quien lo ha inferiorizado.

En la pantalla global, como lugar esencial de lucha por la hegemonía, se construyen solidos discursos sobre la raza, el género, la espiritualidad, la estética, la naturaleza, la democracia; inferiorizando subjetividades, epistemes, corporalidades y políticas. Esto ha llevado a que los colectivos y movimientos sociales diseñen estrategias contracomunicativas, y de resistencia mediática. Más adelante analizaremos cómo desarrollan estas prácticas los colectivos sociales de la ciudad de Manizales en Colombia. Por lo pronto discutamos sobre el críptico y popular concepto de resistencia.

3. En busca de la categoría resistencia

Existe una amplia tradición de estudios sobre la acción colectiva, que no sólo reflexionan sobre movimientos que emergen después de 1848, fecha desde donde se empieza a hablar de movimientos sociales, especialmente del obrero, sino que también existen variados análisis sobre movimientos previos a la articulación de la forma de lucha obrera, casos paradigmáticos serian: los Rebeldes primitivos (1974) de Eric Hobsbawm, Los jacobinos negros (1938) de CLR James, La formación de la clase obrera inglesa (1989), de Edward Thompson o Los dominados y el arte de la resistencia (1990) de James C. Scott. No obstante, sería la publicación en 1850 de la obra de Lorenz von Stein La historia del movimiento social en Francia (1789-1850), la que popularizaría la noción de «movimiento social», que desde la época ha sido ampliamente comentada por los estudiosos del tema.

El siglo XX inició con un enfoque patológico sobre la acción colectiva basado en la psicología de masas de Gustave Le Bon, quien consideraba la protesta colectiva como un comportamiento desviado e irracional. Debe recordarse que aunque este enfoque fue descalificado por gran parte de la literatura académica; en ciertos sectores de la opinión pública (algunos burócratas, fuerzas de seguridad, algunos medios) persiste la connotación de catalogar a determinados colectivos que protestan como irracionales, salvajes o antisociales.

Para los años sesenta la Teoría de la Elección Racional (TER) y la Teoría de la Movilización de Recursos (TMR) configurarían las miradas paradigmáticas sobre la acción colectiva, trasladando ciertas lógicas empresariales al estudio de los movimientos sociales. Mientras que la TER Olson (1965) buscaba comprender cómo los individuos de naturaleza egoísta, maximizadores de beneficios y minimizadores de costos se implicaban en acciones dirigidas al bien común, la TMR se centraba en las estructuras organizativas de los movimientos que serían fundamentales para determinar la capacidad de movilización e incidencia. Ambas teorías fueron objeto de numerosas críticas, basadas en sus enfoques empresariales, en el desconocimiento de la organización de base de los movimientos, la invisibilización de los aspectos ideológicos de los mismos y en la poca reflexión sobre contexto. Precisamente por este último factor, va a aparecer un enfoque, aunque en diálogo con la TMR, apuntando también a sus debilidades, y bebiendo de posturas estructuralistas, que propondrá el modelo de «la estructura de oportunidades políticas».

Una de las carencias en las que coincidían los enfoques mencionados, era la apatía a la teorización de factores culturales en el análisis de la acción colectiva; de ahí el surgimiento de perspectivas como la de los llamados «Nuevos movimientos sociales» en sus vertientes italiana (Melucci) francesa (Touraine) y alemana (Offe) que otorgaban protagonismo a los factores identitarios de la acción colectiva. Pero, sin duda el enfoque cultural de mayor solidez ha sido el del «análisis de marcos» (Snow, Rochford, Worden, Benford, 1986), considerando a los movimientos sociales como agentes productores de significado y destacando la centralidad de los elementos culturales para la acción política. Los marcos son el producto de la lucha discursiva por imponer visiones del mundo que fundamentan y orientan la acción colectiva; son esquemas mentales que ordenan la realidad; por lo tanto, los movimientos sociales estarían armados con marcos que buscarían extender o imponer con el fin de subvertir significados dominantes. Las luchas políticas son entonces, luchas por los marcos de sentido.

Finalmente la obra de McAdam, Tarrow y Tilly (2009) articulará proceso y estructura, esto es, desarrollarán un enfoque que conjugará tres elementos de importante conceptualización: 1) las estructuras de oportunidades y limitaciones políticas con que se encuentran los movimientos, 2) las estructuras de movilización con que cuentan y 3) los procesos enmarcadores de significados, que dotarán de sentido la acción colectiva; contando también con unidades de análisis, desarrolladas ampliamente por Tilly como «repertorios de protesta» y «contienda política». La principal limitante de esta perspectiva ecléctica, conocida como la «teoría del proceso político», será que sólo comprende a los movimientos sociales como objeto de análisis, con relación al Estado.

La noción de resistencia, ha sido ajena a los enfoques mencionados anteriormente, no es usual que aparezca incluida en la maquinaria conceptual de estas teorías; de hecho, si bien en las últimas décadas han emergido discusiones «resistencialistas», estas han apelado más a una palabra que a un concepto. Foucault fue uno de los teóricos que puso en el escenario el concepto de resistencia, ubicándola en luchas contra aparatos de capturas molares como moleculares. Como sabemos para Foucault el poder es una malla, no está centralizado en el Estado sino que circula por todo el campo de lo social, y si por todos lados hay relaciones de poder, también por todos lados habrá posibilidades de resistencia.

En El sujeto y el poder Foucault (1999) describe tres ámbitos de la resistencia, ejemplificando su carácter descentralizado de lucha. Existen resistencias contra la explotación, la dominación, y contra la sujeción. En las primeras estarían las luchas proletarias; en las segundas, las luchas étnicas, religiosas, sociales; y las últimas serían aquellas que pasan por la invención de nuevos modos de vida, por la estetización de la existencia, y que no necesariamente excluyen a las anteriores.

Toda resistencia en Foucault, expresa una «contraconducta», noción que trabajó al final de su obra, comprendiéndola como una lucha en contra de los procedimientos implementados para conducir a otros, es decir, contra dispositivos y tecnologías de gubernamentalidad. Digamos que si «donde hay poder hay resistencia», «donde hay gubernamentalidad hay contraconducta». Pensar la resistencia como contraconducta le permitía a Foucault encontrar un concepto que articulara tanto la dimensión ética como política de la resistencia. Como unidad de análisis, es valiosa ya que sin excluir las luchas hegemónicas frente al Estado o dispositivos macropolíticos también puede expresar las luchas micropolíticas; es decir las resistencias o bien pueden decantar en colectivos que definen demandas ante el Estado o bien pueden expresarse en colectivos de trasformación personal, o en colectivos que se mueven en ambas segmentaciones. Igualmente las resistencias no son sólo prácticas del aguante o de defensa, las resistencias son creativas y productivas. Toda contraconducta es un acto de creación de sentido, de fabricación de una conducta diferente a la que se quiere conducir.

3.1 Prácticas colectivas de resistencia (PCR)

El colectivo de investigación: Pluriversos, Cultura y Poder, ha venido conceptualizando la categoría de prácticas colectivas de resistencia (PCR) concibiéndola como desacuerdos públicos frente a múltiples expresiones de injusticia. No son negatividad, por el contrario, son agenciamientos de significados que producen y/o reproducen visiones alternativas del mundo. Entre las características de las PCR están:

  1. Son desacuerdos a significados dominantes que gobiernan las conductas. Por lo tanto, plantean un nosotros y un ellos, elemento clave para la construcción de las identidades políticas.
  2. Las resistencias al decir «no», son creativas y propositivas; producen nuevos significados o recuperan los periféricos, agenciando maneras de existir y cosmovisiones.
  3. Quienes leen los significados como injustos son los colectivos que agencian las Prácticas de Resistencia. Es decir, al hablar de expresiones de injusticia, no se hace referencia a ningún valor universal, sino a lo que los miembros de los colectivos en una coyuntura específica, dotan con dicha significación.
  4. Postulan que la situación de injusticia puede ser cambiada, impugnada o rechazada, expresando que el conflicto jamás puede cancelarse y no existe un orden social pleno. Este antagonismo social se da porque los significados siempre están en disputa, no existe un cierre absoluto de estos, hay una imposibilidad de fijarlos eternamente.
  5. Son ético-políticas. Pueden articularse alrededor de luchas molares y procesos hegemónicos, o pueden decantarse por líneas de fuga y éxodos. También pueden vehicularse en procesos que articulen a ambos: lo macro y lo micropolítico.
  6. Muchas PCR tienden a ser «romantizadas», así como algunos colectivos que las agencian; empero, las PCR y los colectivos pueden ser contradictorios o ambivalentes. Determinados colectivos en una coyuntura dada pueden plantear desacuerdos frente a ciertos significados dominantes, pero a la vez pueden reproducir en otras prácticas, expresiones de injusticia o exclusión. Algunos colectivos indígenas, por ejemplo, pueden agenciar prácticas de resistencia frente a la capitalización de la naturaleza, proponiendo una noción cosmosintiente y al mismo tiempo desarrollar prácticas excluyentes con las mujeres o con las diversidades sexuales. Igualmente, en un contexto determinado, no participar de unas elecciones a través del voto podría considerarse una práctica de resistencia, pero en otro contexto, no hacerlo podría significar la legitimación de un orden excluyente, corrupto o antidemocrático. Por esto, las resistencias no son «bonitas», «buenas», «puras», «emblemáticas» en sí mismas, sino que deben ser evaluadas en las coyunturas específicas en las que emergen.

Las PCR necesitan ser agenciadas por unos colectivos que les dan vida y que configuran identidades políticas. Los colectivos sociales (CS) son grupos de personas (dos o más) que se articulan alrededor de unos significados comunes sobre el mundo, agenciando prácticas de resistencia (un colectivo animalista u obrero, por ejemplo). El antagonismo social que se deriva de estas prácticas, es consustancial a la definición de una identidad (nosotros, los obreros, las mujeres, los ecologistas, los campesinos) y una diferencia (ellos, el Estado, las multinacionales, la oligarquía). Los CS comparten unos significados sobre el mundo, de cómo debería ser el trabajo, la relación con la naturaleza, los sistemas pedagógicos, el modelo de desarrollo, etc., precisamente esos significados compartidos se objetivan en las PCR. Estas identidades resultantes del conflicto y de las resistencias son políticas, ya que buscan un orden deseado de estar juntas, irrumpen en la división de lo común y pretenden extender sus significados.

3.2 Prácticas de resistencia mediática

Nuestro interés es realizar un acercamiento a las prácticas de resistencia mediática de los colectivos sociales. Las narrativas e imágenes que estos elaboran, expresan los significados y las identidades políticas que los constituyen, y configuran parte del repertorio de resistencias con los que emprenden el camino de la contienda (Downing, 2010, Aguilera y Polanco, 2011, Rovira, 2013, Millaleo y Velasco, 2013). Hoy, la mediopolitíca juega un papel clave en la trasformación o reproducción de los significados: si existe un dispositivo mediático de gubernamentalidad ¿cuál es la tarea de los movimientos sociales, de los colectivos contrahegemónicos y del éxodo? Pues hacer un uso contra-conductual de los medios de comunicación, enfrentar los dispositivos con la creación de medios alternativos, ciudadanos, tácticos, independientes, de contrainformación, comunitarios, autónomos, radicales, populares, marginales, libres, underground, disidentes, piratas, clandestinos, de resistencia y contraconducta (Downing, 2010).

Las subjetividades producidas por los procesos culturales han sido habituadas performativamente a aceptar su marco cultural como el espacio de lo posible. Las prácticas de resistencia mediática, irrumpen para visibilizar otros posibles. A continuación analizaremos algunas de estas prácticas en la ciudad de Manizales.

4. Prácticas de resistencia mediática y Colectivos sociales en Manizales

Manizales es una ciudad de 400.000 habitantes, la capital del departamento de Caldas, ubicada en el centro occidente de Colombia. Forma parte de la llamada región paisa, y del Eje Cafetero. Precisamente, ha sido el café, la actividad central de la región ya que, alrededor de éste, se ha configurado gran parte de la economía, el paisaje y elementos idiosincráticos de los manizaleños. Gracias al café, que ha generado un plusvalor considerable, la ciudad también se ubica como una de las de mejor índice de calidad de vida del país, siendo percibida por sus propios habitantes «como un muy buen vividero». Evidentemente comparada con otras ciudades colombianas, en Manizales no se evidencian altas tasas de criminalidad, colapsos en la movilidad, y la pobreza, puede decirse que, se nota menos2. Este panorama donde la ciudad se auto-imagina como «el mejor vividero del mundo», «la ciudad del conocimiento» «una ciudad cívica» «Euroandina» se convierte en una talanquera a la hora de encontrar sujetos con sobredosis de indignación política; ya que los manizaleños, de lo «cívicos» que «son», casi no se quejan. Electoralmente, tienden a votar por partidos y líderes de derecha, que conservan y reproducen el statu quo; de hecho la ciudad y el departamento han sido históricamente un fortín del expresidente Álvaro Uribe Vélez, que entre las muchas sospechas que suscita, se encuentra su política de «seguridad democrática», que invisibilizó, persiguió y estigmatizó a los movimientos sociales en Colombia.

Aun así, aunque minoritarios, emergen colectivos que disienten de diferentes discursos hegemónicos, locales, nacionales o globales. El presupuesto, se sustenta en que muchos de estos colectivos, se han articulado alrededor de unas prácticas de resistencia específicas, que han configurado la construcción de sus identidades políticas. Sus prácticas mediáticas reflejan dichas identidades, así como sus adversarios y los significados que pretenden impugnar.

4.1 Metodología

Respecto al enfoque metodológico de la investigación seguimos algunos postulados de los estudios culturales, como su intención de desjerarquizar el conocimiento y cuestionar las fronteras disciplinares, el pensamiento anti-anti reduccionista caracterizado por el contextualismo radical, poner en tensión la teoría con el compromiso y la responsabilidad política, y finalmente concebir la cultura como poder y el poder como cultura. La ruta metodológica por su parte fue la siguiente:

  1. Caracterización: fue diseñado un instrumento de caracterización con el fin de recolectar información de 27 colectivos de la ciudad que agencian prácticas de resistencia: 3 colectivos animalistas, 5 ecologistas, una central obrera que agrupa a 32 sindicatos de Manizales, 1 colectivo de afrodescendientes, 1 indígena, 3 de comunicación, 2 de estudiantes, 1 popular, 2 barriales, 1 colectivo de activismo cannabico, 2 de mujeres, 1 de ciclismo urbano, 1 de disidencia sexual y 3 de derechos humanos. La selección de los colectivos se hizo a partir de una línea de base previa, se tuvieron en cuenta para la investigación aquellos colectivos que agenciaban prácticas colectivas de resistencia y que llevaban más de un año de conformación para la fecha del estudio. La caracterización indagaba por datos generales de cada colectivo: Breve descripción del colectivo: ¿Qué es? (Naturaleza, áreas de acción, sujetos, adversarios) ¿Para qué? (Objetivos, propósitos) ¿Por qué? (Cuales son las razones por las que se conformaron como colectivo), ¿Cómo? (acciones que desarrollan con el fin de alcanzar sus objetivos), ¿Dónde? (lugares donde se reúnen y lugares donde desarrollan sus acciones), ¿Cuándo? (Fecha de creación del colectivo), ¿Quiénes? (algunos marcadores identitarios de los integrantes del colectivo) Finalmente que medios de comunicación utilizaban y los links de los medios si estos eran virtuales.
  2. Etnografía: dado que la mayoría de colectivos contaban con medios de comunicación digital, especialmente Facebook, nos vimos abocados a realizar ejercicios etnográficos virtuales. De los 27 colectivos, 8 tenían páginas web, 4 blogs, 24 Facebook, 9 canales o vídeos en YouTube, 6 Twitter, 5 tenían periódicos físicos, 5 han elaborado grafitis, 7 han realizado performance, ninguno tenía Instagram, Fanzine, emisora o programa de radio. Los ejercicios etnográficos consistieron en la observación de los medios digitales durante dos meses (mayo-junio de 2016), en los que se analizaba: el contenido de los mensajes (significados que se estaban agenciando o impugnando), la interactividad con las audiencias (comentarios, likes), la frecuencia de publicaciones, el formato (si era vídeo, texto, audio, memes etc.), el adversario (contra quién se publicaba, si era del caso).
  3. Entrevistas semiestructuradas en profundidad: esta técnica fue orientada a la generación de situaciones de diálogo cara a cara, con el fin de apoyar la construcción de los argumentos que fueron surgiendo durante las fases del estudio y que requerían ser reforzados con el aporte de algunos sujetos considerados claves dentro del proceso. Se realizaron 8 entrevistas a líderes de 8 colectivos.

El análisis de la información se da a partir de la elaboración de categorías en las que se inscriben las prácticas y repertorios mediáticos de los colectivos, relacionadas con: tipos de medios que utilizan, temáticas, estéticas, adversarios, uso de tecnologías y luchas semióticas en las que se inscriben. Además, los conceptos de prácticas colectivas de resistencia, colectivos sociales y autocomunicación de masas orientan la reflexión de la información.

4.2 Resultados: autocomunicación de masas

Una primera interpretación de los datos da cuenta de la distancia que los colectivos tienen de los medios de comunicación tradicional como la radio o la prensa escrita, otrora herramientas estratégicas de lucha de los movimientos sociales. Además, evidencia la penetración de los medios digitales, especialmente el Facebook, como mecanismo de divulgación de significados.

Manuel Castells (2009) va a definir como «Autocomunicación de masas» a una nueva forma histórica de comunicación que se ha presentado gracias a la masificación del uso de los medios digitales. A diferencia de la comunicación de masas tradicional que es unidireccional donde el mensaje es enviado desde un emisor a muchos receptores a través de la televisión, la radio, periódicos etc. La autocomunicación de masas es horizontal, de múltiples emisores y receptores, siendo rápida, autónoma e interactiva. Es autocomunicación, porque quien lo quiera puede elaborar, diseñar, editar y enviar el mensaje, definir los posibles receptores e interactuar con ellos de manera periódica, si lo desea; y es de masas, porque los mensajes podrían llegar a una audiencia global a través de sus vídeos de YouTube, sus blogs o sus imágenes de Facebook.

Dado el bloqueo por parte de los medios tradicionales de la ciudad de muchas de las expresiones de resistencias que agencian los colectivos, la autocomunicación de masas ha sido la forma de comunicación más expedita para divulgar sus luchas. La prensa, televisión y radio locales tienden a privilegiar la representación oficial de la realidad y si aparecen de manera fortuita voces subalternas, estas generalmente son anecdóticas o tergiversadas, como lo expresa una de los miembros del MOVICE (Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado) «ese cerco mediático es muy difícil romperlo». No obstante; la autocomunicación de masas, libera a los colectivos de ser representados por el medio oficial, pasando a autorepresentarse como lo desean. De ahí, que se haya encontrado más de 50 canales de comunicación entre Facebook, Twitter, YouTube y Blogs, que dan cuenta de este giro digital en los colectivos sociales, y que se presenta también en la periferia del sistema/mundo/moderno/colonial.

Este giro digital, también se caracteriza por la hipertextualidad, la multimedialidad y la interactividad, tres elementos centrales que garantizan que la comunicación fluya con más efectividad. La hipertextualidad permite en estructuras secuenciales compartir información a través de hipervínculos, la multimedialidad es la convergencia de medios y lenguajes en un sólo entorno digital y la interactividad garantiza la participación, discusión y contra-argumentación de emisores y receptores. Algunas de las características de la Autocomunicación de masas en los colectivos sociales de la ciudad son las siguientes:

5. Conclusiones

Cada día los dispositivos de gubernamentalidad financieros, alimentarios, militares, sexuales o mediáticos se tornan más refinados, democráticos y securitarios. Esto obliga a que los movimientos sociales redefinan sus estrategias de lucha. Transformar el mundo, sus relaciones de poder, o tomarse los espacios de representación del Estado en el presente, requiere identificar las nuevas formas de la dominación, las tecnologías de producción de subjetividad y las racionalidades que se esconden detrás de los dispositivos que gobiernan las conductas. Hay violencias que son evidentes, la contaminación por parte de una multinacional minera a una pequeña comunidad, la desaparición de sujetos por parte de ejércitos armados, el desplazamiento de una comunidad gracias a un proyecto de renovación urbana, la tala de árboles por la construcción de una carretera. Sin embargo las violencias ejercidas por los medios de comunicación, sus formas de construir los relatos de la diferencia, y sus sistemáticas estrategias de inferiorización, nos llegan a través de narrativas jocosamente seductoras donde la dominación se torna pop. A pesar de que la Escuela de Frankfurt, con una crítica radical a la industria cultural, había alertado sobre las nuevas formas de la sujeción, los movimientos sociales 70 años después parecen no tomarse muy en serio la guerra de posiciones mediática.

Como ha sido descrito, en la ciudad de Manizales los colectivos sociales hacen un uso político de los medios de comunicación, especialmente a través de la «autocomunicación de masas» con sus virtudes y limitantes, empero el interrogante que surge gira alrededor de la eficacia real de esta lucha frente al dispositivo mediático con sus tecnologías noopolíticas y sus lógicas capitalistas y coloniales. Es decir, los colectivos sociales podrían agenciar también una noopolítica, que implique el desarrollo de tácticas creativas y experimentales, esto es, apropiarse de los soportes técnicos dominantes para fabricar afectos y gestionar el deseo o producir los suyos propios artesanales y efectivos. Si el dispositivo dominante hace un uso político de prácticas que tuvieron una génesis marginal como el esténcil, el grafiti o el hip-hop para acogernos libidinalmente al mercado o convierte la multiculturalidad en el proyecto cultural del neoliberalismo, los movimientos y colectivos sociales, podrían pensar si también hacen un uso político de las narrativas hegemónicas, de sus lenguajes y estéticas.

Los colectivos reseñados, aunque tímidamente; se han decantado por navegar en el hipertexto digital, siendo Facebook la red elegida para llevar acabo los agenciamientos mediopolíticos. La web, a pesar de ser un soporte tecnológico creado por fuerzas dominantes, se ha configurado en una esfera heterárquica, donde las distintas identidades políticas agencian sus narrativas, seducen y ridiculizan con sus memes, critican con sus hashtags, gestionan deseos con sus likes. Desde Manizales una pequeña ciudad periférica del sistema mundo, los colectivos sociales también apuestan a cambiarlo desde la fabricación de repertorios de resistencia digitales.

6. Referencias

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1 El trabajo se desarrolló con 27 colectivos de la ciudad de Manizales: 3 colectivos animalistas, 5 ecologistas, una central obrera que agrupa a 32 sindicatos de Manizales, 1 colectivo de Afrodescendientes, 1 indígena, 3 de comunicación, 2 de estudiantes, 1 popular, 2 barriales, 1 colectivo de activismo cannabico, 2 de mujeres, 1 de ciclismo urbano, 1 de disidencia sexual, y 3 de derechos humanos.

2 http://manizalescomovamos.org/ Cómo Vamos es un programa de seguimiento y evaluación de la calidad de vida en varias ciudades del país, incluyendo Manizales.