La metainvestigación en comunicación, una necesidad y una oportunidad

Carmen Caffarel
Universidad Rey Juan Carlos

Referencia de este artículo

Caffarel, Carmen (2018). La metainvestigación en comunicación, una necesidad y una oportunidad. En: adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e Innovación en Comunicación, nº15. Castellón: Asociación para el Desarrollo de la Comunicación adComunica y Universitat Jaume I, 293-295. DOI: http://dx.doi.org/10.6035/2174-0992.2018.15.16

La investigación sobre la investigación en Comunicación se remonta, en nuestro entorno, a la década de los noventa del pasado siglo con investigaciones auspiciadas, muchas de ellas, por la A.I.C.E (Asociación de Investigadores en Comunicación del Estado Español) y antecedente de la actual AE-IC (Asociación Española de Investigación en Comunicación); autores como Caffarel, Domínguez, Romano (1989), Caffarel y Cáceres (1993), Jones (1994,1998,2000) analizaron, con motivo del vigésimo aniversario de la creación de las primeras Facultades de Ciencias de la Información en España, quiénes, qué, cómo y dónde se producía la investigación en Comunicación, cuáles eran los temas más estudiados y con qué métodos se abordaban los objetos de estudio. Esta efeméride fue pues un buen pretexto para dar cuenta de cómo había transcurrido la investigación en nuestras Facultades que habían nacido sin un horizonte claro; eran herederas de las antiguas escuelas profesionales de periodismo, imagen y publicidad y por tanto más orientadas al ejercicio profesional que al conocimiento científico de una realidad, la comunicación, que impregnaba todos los aspectos de la vida social, todavía, en aquellos años, con una distinción nítida entre los diferentes Medios de Comunicación y entre los diferentes procesos comunicativos.

Recientemente el interés por la metainvestigación en comunicación ha vuelto a cobrar fuerza. Entre otros, destacamos los trabajos de Piñuel (2011); Lozano y Gaitán (2011); Martínez-Nicolás y Saperas (2009, 2011), Fernández y Masip (2013), Caffarel, Ortega y Gaitán (2017), trabajos que curiosamente vuelven a coincidir, temporalmente, con otra efeméride, con el quincuagésimo aniversario de las Facultades pioneras de Ciencias de la Información, pero esta vez subyacen, a nuestro juicio, causas muy diferentes a las antes señaladas. La comunicación y la información son hoy el centro neurálgico que regula las sociedades modernas, deberían ser minoritarios ya los trabajos parciales o historicistas que pretendían dar cuenta de los medios tradicionales y que, sin embargo, siguen estando muy presentes como objetos de investigación en el mapeo de la investigación en España, para dar paso a textos capaces de interpretar la sociedad tansmedia en la que vivimos en una etapa de convergencia y concentración mediática. Conocer este panorama investigativo es una razón de peso para saber si nos estamos adecuando a la realidad social que nos toca vivir y que tenemos que ser capaces de explicar. Por ello proyectos de investigación como el recientemente concluido MapCom son fundamentales pues, con su política de datos abiertos, permiten conocer a la comunidad científica, a sus dirigentes y a quienes han de diseñar las políticas públicas de investigación, cuál es el panorama de esa investigación que auspician y subvencionan.

El Área de Ciencias Sociales obtiene alrededor del 30% del presupuesto total dedicado a la financiación de proyectos de investigación y dentro de esa área, en la que nos incluimos, apenas un 1% de la financiación se dedica a la investigación en comunicación, sólo por esto sería justificable una metainvestigación sobre comunicación que permitiera poner negro sobre blanco las carencias y el escaso apoyo institucional para investigar una realidad, la comunicación, sin la cual hoy es imposible entender la política, la economía, la cultura, la sociedad en definitiva. La actividad investigadora se encuentra, además, bajo la presión de evaluaciones puntuales para competir en convocatorias de proyectos de diversa naturaleza y criterio, y de evaluaciones periódicas exigidas para acceder a plazas y rangos académicos, sin que la dedicación a la investigación sea reconocida en igualdad de condiciones que la docencia, y sin que los criterios de evaluación de la calidad investigadora consideren la excelencia de sus resultados, por lo que implican de avance del conocimiento y por los retornos sociales que generan, sino por el impacto de las publicaciones conforme al número de citas entre colegas.

La comunicación, y por ende la investigación en comunicación, han sido relegadas en nuestro sistema universitario perjudicando seriamente a quienes han optado por que la investigación y la docencia en comunicación conformen su trayectoria profesional. Ni siquiera tenemos el reconocimiento de nuestra especialidad en los listados actuales de los códigos UNESCO y códigos NABS. Es más, en estos códigos la Comunicación, siempre restringida por adjetivos que la califican, se incluyen, generalmente, en el área de Sociología o de Psicología sin conseguir un campo específico para las Ciencias de la Comunicación. Este extremo dificulta también la composición de comisiones juzgadoras en la evaluación de sexenios (CNEAI), de acreditaciones (ANECA), de evaluación de proyectos (ANEP) donde somos juzgados, en ocasiones, por investigadores alejados de nuestros estudios.

A esto habría que añadir que la actividad investigadora se mide con los mismos parámetros que los de las Ciencias experimentales, frente a las cuales nuestro volumen de revistas bien posicionadas es muy escaso, es ésta una de las causas que explican el número muy bajo de sexenios que los investigadores en comunicación han obtenido frente a otras áreas de conocimiento, fundamentalmente las de Ciencias experimentales y Ciencias biosanitarias. En la segunda fase del proyecto MapCom, antes mencionado, se puso en evidencia el malestar de los investigadores en comunicación por el número tan escaso de revistas bien indexadas, lo que dificultaba enormemente el acceso a las mismas y generaba una competencia, a veces desleal, entre nosotros. Este sistema de medición ha hecho también que hayan sido relegados, porque no tienen cabida en los criterios de evaluación de las agencias, textos reflexivos, tan necesarios, como ensayos y monografías. Los autores de estos textos suelen ser investigadores más seniors que comenzaron su carrera investigadora con criterios ajenos a los que hoy evalúan la transferencia del conocimiento como puedan ser la medición de las referencias entre pares, tan propicias para la lucha competitiva en la carrera académica como hemos señalado más arriba.

Con recursos económicos escasos, con una política universitaria que impone docencia frente a investigación, aunque se nos juzgue por lo segundo, por la necesidad que tenemos de visibilizar nuestro campo de estudio frente a otras áreas afines, la investigación sobre la investigación en comunicación se convierte en una necesidad, permite ofrecer un estado de la cuestión que, debería ser, a nuestro juicio, un elemento indispensable para dirigir las políticas públicas sobre investigación en nuestro campo pero se convierte también, al representar un mapeo de autores, temas, métodos, objetivos de la investigación, en una oportunidad para generar redes o equipos de investigadores y rentabilizar recursos escasos y esfuerzos de quienes formamos parte de la comunidad universitaria.