Editorial.
Investigar la comunicación:
retos para el mundo académico

Javier Marzal Felici
Universitat Jaume I

Andreu Casero-Ripollés
Universitat Jaume I

Referencia de este artículo

Marzal Felici, Javier y Casero-Ripollés, Andreu (2018). Editorial. Investigar la comunicación: retos para el mundo académico. En: adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e Innovación en Comunicación, nº 15. Castellón: Asociación para el Desarrollo de la Comunicación adComunica y Universitat Jaume I, 11-17. DOI: http://dx.doi.org/10.6035/2174-0992.2018.15.1

La investigación en la academia universitaria

Podemos afirmar que en el mundo académico existe un consenso bastante amplio a la hora de reconocer la enorme relevancia de la investigación para hacer posible una docencia de calidad, en especial en los niveles de enseñanza universitaria. En el campo de los estudios de Comunicación, se puede constatar que la actividad investigadora ha conocido en la última década, en especial, una expansión realmente muy notable, motivada por diferentes factores. Por un lado, la Comunicación ha pasado a ocupar un papel clave en nuestra sociedad, donde la información, la comunicación publicitaria y el entretenimiento audiovisual, a través de los medios de comunicación –viejos y nuevos– ha adquirido un protagonismo muy relevante, por su capacidad para penetrar e, incluso, para modelar el imaginario social colectivo. La explosión de los estudios de comunicación en las universidades españolas –y de todo el mundo– no es fruto del azar, sino que responde a esta revolución cultural, de carácter global, en la que los mensajes audiovisuales han pasado a convertirse en una parte muy importante de la cultura contemporánea.

Por otro lado, la reforma universitaria en España, conocida como el Plan Bolonia, con la aprobación de la Ley Orgánica de Universidades (LOU) de 2001, trajo cambios muy importantes, situando a la investigación académica en el primer plano de la carrera universitaria. El protagonismo de las agencias de calidad como la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y de la Acreditación (ANECA), de ámbito estatal, a la que hay que sumar la actividad de las agencias autonómicas (AQU, AGAUR, AVAP, ACSUCYL, AGAUR, AAECA, etc.), ha sido un revulsivo importante para provocar un fuerte incremento del número de publicaciones de los investigadores españoles, en especial de artículos científicos en revistas académicas del campo. Los últimos cambios normativos de 2012 (el conocido «Decreto Wert», entre otros), en plena crisis económica, han servido para potenciar la investigación sobre la actividad docente, marcando un camino que ha suscitado y sigue suscitando un fuerte debate en la comunidad académica. En la jerga universitaria se ha acuñado una expresión, muy popular en la universidad española, el llamado «efecto ANECA» (así denominado por Jaume Soriano en el primer congreso de la AE-IC de 2008, en la Universidad de Santiago de Compostela), y que viene a subrayar el hecho de que el incremento de la investigación se ha producido sobre todo a nivel cuantitativo. El aumento del número de publicaciones, empíricamente contrastable, no está relacionado necesariamente con un incremento de la calidad de la investigación que se realiza en España y en otros lugares del mundo. Porque hay que destacar que el incremento de la investigación, en términos cuantitativos, es un fenómeno global, como lo expresa también la popular expresión anglosajona «Publish or Perish», sin duda, muy elocuente en sí misma.

En el número 14 de la revista adComunica, de julio de 2017, publicamos una extensa reseña del libro de Elea Giménez Toledo, Malestar. Los investigadores ante su evaluación (2016), un análisis muy completo de los numerosos problemas a los que se enfrentan los y las investigadoras, en el marco de un sistema altamente competitivo, no exclusivo del contexto español. Parece necesario destacar que muchos académicos critican el actual sistema porque otorga excesiva importancia a los indicadores de calidad de los medios de difusión, antes que a las propias investigaciones, y así se hace eco de la Declaración de San Francisco (2013) y del Manifiesto de Leiden (2015). Estas declaraciones advierten del riesgo de utilizar este tipo de indicadores como única medida para evaluar la calidad de la investigación, y la necesidad de reivindicar el libro como vehículo de transmisión del conocimiento, especialmente en Humanidades y Ciencias Sociales que, por razones muy diversas, ha perdido mucha relevancia en las últimas décadas. La autora subraya una idea esencial: en la vorágine de la evaluación de la producción científica, parece olvidarse que «…el énfasis, quizá, debiera ponerse en otro plano: en el de las aportaciones reales de la investigación a la sociedad» (Giménez, 2016: 77). En este sentido, creemos necesario recordar que también es transferencia todo tipo de investigaciones que pueden tener un impacto, incluso aplicaciones en los campos de la educación y de la cultura, de gran trascendencia en Humanidades y Ciencias Sociales.

Vivimos un contexto académico en el que se pueden escuchar algunas voces críticas. Jordi Ibañez se refiere a la evaluación de la producción científica en España, de una forma bastante «incorrecta», en términos políticos, al afirmar que la mediocracia actual resulta muy beneficiosa para evaluados y evaluadores, gracias a que los actuales sistemas de evaluación y promoción determinan de antemano a qué congresos hay que asistir, qué artículos hay que escribir y en qué revistas han de publicarse, cuántos puestos de gestión hay que ocupar y, en definitiva, «todo, menos el criterio del interés o la originalidad, o la consistencia real de lo que se presenta para ser evaluado» (Ibañez, 2016). Algunos académicos como Ramón Reig denuncian el entramado de intereses económicos que se oculta tras la «soberanía» del Journal Citation Reports (JCR) de Clarivate Analytics, que ha contribuido a consolidar una forma de «pensamiento único» en la manera de concebir la investigación científica en Comunicación, cuya hegemonía ha impedido el desarrollo de una comunidad científica latinoamericana (Reig, 2014). Tampoco se nos puede escapar que la hegemonía en los rankings de unas ventanas de publicación sobre otras, bien entre las propias revistas y las diferentes propuestas editoriales que representan las colecciones de libros, responde a la existencia de escuelas de pensamiento y formas de entender la propia actividad investigadora que representan, en ocasiones, visiones absolutamente antagónicas, incluso incompatibles entre sí. En un ámbito académico como en Humanidades y Ciencias Sociales, resulta imposible adoptar posiciones neutras, carentes de sesgo ideológico-científico, algo que convierte en muy compleja la evaluación de la producción científica, que hay que enmarcar en el contexto político de la academia universitaria (Bourdieu, 2004, 2008).

Son numerosos los estudiosos que vinculan la evolución de la universidad y, en general, de otras instituciones públicas –como los medios de comunicación de servicio público– hacia un modelo mercantilizado, con la expansión del pensamiento neoliberal (Callinicos, 2006; Phelan, 2014; Pardo, 2016; Ergüll y Cogar, 2017; Fernández, García y Galindo, 2017). En efecto, se constata que en la universidad se ha producido una lenta pero imparable transformación en la concepción misma del conocimiento y, por extensión, de la naturaleza misma de la investigación científica. En el contexto del capitalismo avanzado, se ha ido imponiendo una concepción instrumental del conocimiento, muy especialmente en el campo de las Humanidades y de las Ciencias Sociales. Las claves para entender esta evolución son la eficiencia, la utilidad, la aplicación práctica y el «pensamiento positivista»: sólo tiene valor y merecen ser financiadas aquellas investigaciones y conocimientos que puedan ser explotados mercantilmente y así permitan generar un retorno / beneficio económico-material al «sistema».

La investigación y la proyección de futuro de los estudios de comunicación

Es bastante evidente que la investigación en el campo de la Comunicación es uno de los espacios académicos más dinámicos del ámbito de las Ciencias Humanas y Sociales. En los últimos años, destaca el desarrollo de proyectos de investigación como el MapCom, «Mapa de la Comunicación en España», desarrollado entre los años 2014 y 2017, y coordinado por el profesor José Luis Piñuel, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, cuya finalidad ha sido, y es, elaborar un mapa de proyectos, grupos, líneas, objetos de estudio y métodos de investigación sobre prácticas sociales de Comunicación en España, con el fin de que sirva como referencia a las entidades nacionales y autonómicas responsables de evaluar solicitudes e informes en las convocatorias de proyectos, y promover políticas científicas para la coordinación de la red de equipos de investigación. Se puede consultar cuantiosa información y cientos de tesis doctorales y documentos en la web del proyecto (http://www.mapcom.es). Vinculado a este proyecto de investigación MapCom y a la Sección de Teorías y Métodos de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AE-IC), los días 23 y 24 de noviembre de 2017 se celebró el IV Congreso Nacional de Investigación en Comunicación, en esta ocasión en la Universitat Jaume I de Castellón. Sin duda alguna, la celebración de congresos como este también es otro síntoma de la maduración del campo de la comunicación. Conscientes de esta circunstancia, nos pareció oportuno hacer coincidir la publicación de un número de la revista adComunica, dedicado a reflexionar sobre la naturaleza de la investigación en Comunicación, con la celebración de este importante encuentro bienal.

En esos días se abordaron y debatieron muchos temas y cuestiones que preocupan actualmente a la comunidad académica del campo. Vamos a referirnos sólo a algunas de ellas. En primer lugar, existe un amplio consenso a la hora de constatar la ausencia de una política común coherente entre la ANECA y la Dirección General de Universidades del Ministerio de Educación. En realidad, el problema no es nuevo, quizás sí más agudo en la actualidad. Nos referimos a cierta esquizofrenia que sufre el profesorado universitario, al verse obligado, al mismo tiempo, a atender la necesidad de aumentar la producción científica, como condición de posibilidad para la promoción académica del profesorado (responsabilidad individual), y a cuidar la calidad de la docencia universitaria, como condición necesaria, entre otras cosas, para la re-acreditación de los títulos de grado, máster y doctorado y como servicio público a la sociedad (responsabilidad colectiva). En efecto, en el marco académico actual se constata un choque entre ambos tipos de intereses, que coloca al profesorado en una posición muy difícil. Y esta situación resulta todavía más chocante si caemos en la cuenta de que la reforma universitaria española es una adaptación, eso sí, muy singular, del modelo de enseñanza superior anglosajón, donde este conflicto no existe, al menos en unos términos tan extremistas como en España. Desde luego, la falta de recursos económicos para aplicar el modelo Bolonia, sumada a la profunda crisis económica, que ha obligado a fuertes ajustes presupuestarios, ha dificultado enormemente la posibilidad de diseñar un modelo de carrera docente, con diferentes opciones o itinerarios profesionales.

Por otra parte, en el campo de las Ciencias de la Comunicación sufrimos graves problemas de identidad, de profundo calado estructural: aunque somos interdisciplinares, nos han ubicado en exclusiva en la rama de las ciencias sociales, junto a compañeros de viaje –Sociología, Ciencia Política, Documentación y Biblioteconomía, Psicología Social, Filosofía Moral, etc.– con los que compartimos muchas preocupaciones epistemológicas. No obstante, el campo de la Comunicación comparte también muchos intereses docentes y de investigación que conectan con el ámbito del Arte y de las Humanidades –Filosofía del Arte, Estudios sobre el discurso, Semiótica, Estudios culturales, Historia, Filología, etc.–, por no hablar de otras conexiones disciplinares como la Economía Política de la Comunicación, el Derecho de la Comunicación, la Tecnología de la Comunicación, etc. No parece muy sensato mantener, en pleno siglo XXI, una escisión de saberes más propio del pensamiento escolástico, algo muy alejado del paradigma del pensamiento sistémico y hermenéutico que caracteriza los inicios del siglo XXI.

En tercer lugar, la continua política de recortes que seguimos sufriendo empieza a tener consecuencias preocupantes para la propia comunidad académica. La falta de recursos económicos para la investigación, sumado a la alta exigencia de los procesos de acreditación del profesorado, ha llevado a que la comunidad académica haya entrado en una etapa de fuerte competencia. Cualquier convocatoria competitiva de proyectos de investigación (del Ministerio de Economía y Competitividad, de las administraciones autonómicas y/o de las propias universidades) supone una tensión añadida, porque los fondos son limitados y el número de solicitudes no deja de crecer. A ello hay que sumar el hecho de que todavía no hay una total adaptación entre los académicos a la «cultura de la evaluación». A muchos académicos nos preocupa constatar cómo la fuerte competencia está poniendo en riesgo incluso valores universitarios tan importantes como el compañerismo y el trabajo colaborativo. Cada vez es más frecuente encontrar investigadores «solitarios», que trabajan en pequeños grupos o aisladamente, y con una evidente falta de sentido de solidaridad. La irrupción de las redes en el mundo académico –como Google Scholar, Researchgate o Academia.edu– parece que está agudizando el crecimiento de un cierto narcisismo y de vanidad de muchos académicos, lo que ayuda a crear un clima de trabajo más hostil.

En estos tiempos en los que también se habla mucho de la ética de la investigación, de la necesidad de adoptar códigos éticos como hacemos los editores de revistas y de colecciones de libros, nos parece necesario reivindicar valores como el respeto al prójimo, la honestidad académica, la humildad y el compromiso con la realidad que nos ha tocado vivir. La evaluación de artículos, de títulos o de expedientes académicos debería ser una oportunidad para ayudar a los compañeros y compañeras o a las instituciones evaluadas para mejorar su actividad científica.

En cuarto lugar, otro tema preocupante es el que se refiere a la publicación en abierto de la investigación que, de forma mayoritaria en España (y en casi todo el mundo) recibe financiación pública, asunto debatido también en el encuentro científico del noviembre pasado, y que es de absoluta actualidad. Es de todos sabido que la mayoría de revistas, tanto del Journal Citation Reports de Clarivate Analytics como del Scimago Journal de Scopus, son de acceso mediante pago, muchas veces con costes importantes para los investigadores y para las instituciones públicas. En este sentido, parece un contrasentido que se esté promoviendo desde el Ministerio el acceso abierto al conocimiento y, al mismo tiempo, las agencias de acreditación (también públicas) estén premiando especialmente la publicación de los resultados de las investigaciones en este tipo de revistas. Además del jugoso negocio que encierra el ecosistema de las revistas de «primer nivel», abrumadoramente del ámbito anglosajón, cabría preguntarse qué consecuencias tiene todo esto, ya no sólo desde un punto de vista económico, sino también cultural. Muchos investigadores lamentamos que nuestras autoridades científicas no hayan apostado, ya hace años, por la creación de un espacio de conocimiento compartido latinoamericano.

Finalmente, pero no menos importante, creemos que la investigación en Comunicación no sólo debe prestar atención a qué y cómo se investiga, sino también debemos preguntarnos cómo puede ayudar a mejorar la calidad de los estudios de grado, máster y doctorado que ofertamos en nuestras universidades, y cómo puede contribuir a mejorar el entorno económico, político, social y cultural que nos rodea. En este sentido, en un momento de fuerte inflación de producción científica por las circunstancias antes señaladas, creemos que es necesario apostar de forma decidida por la calidad de la investigación.

Así pues, el número 15 de la revista adComunica dedica la Sección Informe a una de las temáticas más relevantes del campo de estudios de la Comunicación, en la medida en que nos ayuda a conocernos mejor como espacio académico, y es de gran utilidad para avanzar en la consolidación del campo científico de los estudios de Comunicación. En este sentido, agradecemos el esfuerzo realizado por los profesores Carlos Lozano Ascencio, de la Universidad Rey Juan Carlos, y de Aaron Rodríguez Serrano, de la Universitat Jaume I, en la coordinación de la sección.

Finalmente, deseamos agradecer a los autores y autoras que participan en este número su esfuerzo y trabajo al compartir sus investigaciones y reflexiones con la comunidad científica, así como por su confianza en la revista adComunica. Extendemos estos agradecimientos a los evaluadores y miembros del equipo editorial, sin cuyo trabajo no sería posible disponer de esta ventana de publicación.

Referencias

Bourdieu, Pierre (2004). Science of Science and Reflexivity. Chicago: The University of Chicago Press. [Edición original, Paris: Éditions Raisons d’Agir, 2001]

Bourdieu, Pierre (2008). Homo academicus. Buenos Aires: Siglo XXI. [Edición original, Paris: Les Éditions de Minuit, 1984]

Callinicos, Alex (2006). Universities in a Neoliberal World. London: Bookmark’s Publications.

Ergül, Hakan y Cogar, Simten (2017) (eds.). Universities in the Neoliberal Era. Academic Cultures and Critical Perspectives. London: Palgrave MacMillan.

Fernández Liria, Carlos; García Fernández, Olga y Galindo Ferrández, Enrique (2017). Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda. Madrid: Akal.

Giménez Toledo, Elea (2016). Malestar. Los investigadores ante su evaluación. Madrid: Iberoamericana.

Ibañez, Jordi (2016). El reverso de la historia. Apuntes sobre las humanidades en tiempos de crisis. Barcelona: Calambur.

Pardo, José Luis (2016). Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas. Barcelona: Anagrama.

Phelan, Sean (2014). Neoliberalism, Media and the Political. London: Palgrave MacMillan.

Reig, Ramón (2014). La investigación dependiente: crítica estructural al sistema JCR. En: Revista Ámbitos, nº 27, cuarto trimestre (invierno).